sábado, 20 de diciembre de 2008


Buscando raíces y maltrecho
Por Carlos Amador Marchant


Busco raíces y cuando logro tal cometido retorno herido, maltrecho, acalorado. ¿Será que esto está relacionado con trastornos de un pasado o trastornos de un futuro? Es probable.
Concretamente, y como muchos lo han reafirmado, busco soledad de orillas de playas para abrir ojos a una realidad existente o no.
Ayer, como si fuera hoy, encontré textos lejanos y me transporté a laberintos desconocidos, al niño que ya no está o que sigue existiendo.
Estos libros remotos, muchos extraviados en largos viajes por el territorio nacional, simplemente descansan en un rincón polvoriento de la mente.
En la Escuela Santa María, en el lejano e histórico recinto de Iquique, cae a mis manos un texto con facha de libro, como para decir que por vez primera, distingo lo que es apretujar en los brazos algo con ese nombre.
Fue en 1964, por razones de un premio de aplicación, en la antigua educación primaria. Concuerdo que a los nueve años de estar pisando los contornos de este planeta, cualquier individuo no se da cuenta lo que tiene en sus manos. A mí me ocurrió lo contrario. Supe que era un libro, que me lo habían obsequiado los profesores y los apoderados y que, al mismo tiempo, había que cuidarlo.
De ahí a saber si el texto era bueno o malo, ese es otro cuento.
Hacía una década que el escritor británico había partido para siempre de la Tierra. Yo, en cambio, ignorante de todo acontecer literario mundial, lo sentía vivo y repetía su nombre. James Hilton había fallecido en 1954 tras nacer a comienzos del siglo 20. Hilton fue un escritor exitoso y vio reconocida su obra a muy temprana edad. Si bien es cierto su nombre está relacionado fundamentalmente con su trabajo de ficción “Horizontes perdidos”, a los veinte años edita la novela “ Catherine Herself" y la mayoría de sus libros fueron considerados best sellers dando, además, temas para exitosas películas. No está demás decir que Hilton vivió y trabajó en Hollywood y hasta ganó un Oscar en 1942 por el guión de la película "Señora Miniver".
Sin embargo, no fueron estos libros los que palpé en mis años primarios, sino más bien aquella obra que al paso del tiempo ha sido leída y vista en el cine y en la televisión por diferentes generaciones: “Goodbye, Mr. Chips" editada en 1934. Aquella vida del profesor rural y la sencillez de explorarla, fueron las exposiciones que marcaron los caminos de súplica y redención.¿Quien no aspira a vivir una vida de tranquilidad y espera la muerte con una cultura distinta, sin miedo a lo desconocido?.
Si bien “Adiós Mister Chips” fue un libro que guardé en los cajones de los primeros muebles de mi casa paterna, también se fue perdiendo en el tiempo hasta extraviarse en los viajes por el territorio.
Ignoro por qué fue ese título el que optaron los profesores y apoderados transformar en regalo. No sé si fue porque en ese tiempo veían en mí a un futuro maestro de escuela o a un poeta que entregaría ojos y luz a distintos caminos. Nunca logré descifrar esa incógnita.
Pero había comenzado esta crónica exponiendo la búsqueda de raíces. Había dicho que siempre cuando logro este cometido salgo maltrecho, acalorado. Quise exponer y traer a Hilton como uno de mis comienzos en lectura: ¿recordar para salir maltrecho?. No fue esa la idea. Más tarde, por cierto, vinieron otros muchos autores: Balzac, Baudelaire, Voltaire, France, Dostoievski, Chejov, etc, etc.
Pero esas raíces que a uno incomodan, esas verdaderas ofensas al espíritu, están relacionadas con lo que se ejecuta en la vida y luego no puede borrarse.
Que no te encuentres con nada antiguo ha de ser la consigna, que no quede ningún papel sobre el escritorio o guardado en cajas de más de treinta años, que las hormigas y termitas carcoman los recuerdos.
Porque quiera o no, celebro que miles de papeles o textos antiguos se hayan extraviado por los caminos. De lo contrario, como en más de una ocasión le ocurrió, una especie de escalofrío inundará el cuerpo y un vago y maltrecho calor golpeará el rostro del presente.
La Escuela Santa María ha de ser el lugar que alberga miles de recuerdos. La escuela donde penaban por las noches, el sitio de aquellos niños que hoy caminan por el mundo con más de cincuenta años a cuestas.
En una de esas salas quedó Hilton apretujado con mi primer libro.
Y ahora que han pasado las avenidas por las piernas, sólo queda mirar hacia delante como si la vida comenzara ahora y siguiera siempre su rumbo.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Recordando a Alicia Galaz Vivar




ALICIA GALAZ VIVAR EN LOS RECUERDOS
Escribe: Carlos Amador Marchant

(Extraído de sus memorias en proceso)

Para hablar de Alicia Galaz Vivar hay que ampliarse en el tiempo.
Fue en 1972 que me animo un día cualquiera a cruzar la Avenida Santa María, cruzar el puente del Río San José, hasta alcanzar tímidamente el frontis de la ex Universidad de Chile, en Arica. Aquel edificio de cemento duro y frío, ubicado en la Avenida General Velásquez, construido con ciertos rasgos de arquitectura moderna, albergando en su patio central la efigie de Andrés Bello, siempre me produjo un respeto sin límites. Por ahí circulaban jóvenes que al paso del tiempo se transformaron en brillantes profesionales, en intelectuales que hoy viajan por el mundo.
Pero yo había llegado al claustro siguiendo mi olfato de incipiente poeta, de un muchacho que comenzaba a escribir en un cuaderno Colón con hojas verdes, y que se entrelazaba con las dudas del que recién comienza a elucubrar escritos.
Mis vagas investigaciones me habían hecho caminar hacia esa sede universitaria, luego de leer algunas páginas del desaparecido diario La Defensa de Arica, donde se informaba periódicamente sobre las actividades de un grupo denominado Tebaida y que funcionaba bajo el alero de una revista homónima.
Más tarde supe que junto a Arúspice y Trilce, Tebaida conformaba la trilogía de las ediciones literarias más importantes del Chile de la década del setenta. Más tarde, también, supe que era Alicia Galaz Vivar quien dirigía esta publicación. Más tarde, además, supe que era Oliver Welden quien hacía de redactor de la misma y que en sus páginas aparecían poetas que emergían como nuevas corrientes literarias post Barquero, Linh y otros.
Pensé que era bueno detenerme un poco, que a los dieciséis años me estaba apresurando demasiado, y que mis ideas de escribir poesía debían pasar por una reflexión y valentía tal, antes de ser mostradas a otras personas.
De esta manera, ya con el primer cuaderno Colón repleto de palabras que salían como de un hormiguero, compré el segundo que me sirvió para seguir creando. Escribía todo lo que se me viniera a la mente, hasta la ventana que tenía frente al patio de mi casa, hasta de las arañas que circulaban por los muros, de las lagartijas que me salían a saludar por las mañanas.
Una vez que empiezo a cursar el cuarto medio de enseñanza (comienzos de 1973), y luego de miles de reflexiones, de engañarme a regañadientes, de ser engañado por quienes me circundaban, tomo la determinación de volver a la sede universitaria, ahora con la firme decisión de dialogar con Alicia Galaz Vivar.
Era marzo de ese año y en Arica el sol y el aire marino saludaban mi estructura flacuchenta. Tras conocer y dialogar con el poeta Oliver Welden, quien ejercía labores en el Departamento de Extensión Cultural, con esa voz gruesa y su barba de vikingo, accede a que dialogue con la académica, que por esos días difundía su libro “Jaula Gruesa para el animal hembra”, que ya había tenido importantes comentarios y críticas de la época.
En ese instante en la ciudad gobernaban dos periódicos emblemáticos: “La Concordia” y “La Defensa” de Arica. Antiquísimos diarios hechos a pulso, a transpiración de la linotipia, a costa de manchas de tintas y que informaban a la ciudad sobre los acontecimientos del momento. Estos habían sido los diarios surgidos en la década del 50 y que les tocó vivir y recrear todo el acontecer de esa ciudad que vivió etapas de depresiones constantes hasta alcanzar definitivamente la calidad de Puerto Libre en 1953 en el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo. Antes habían circulado periódicos como “El Pacífico”; “El Ferrocarril”; “La Época”, “El Morro de Arica”; “La Aurora”; “La Gaceta”, todos fundados en la primera década del siglo 20.

Debido a que Galaz se encontraba en clases, a eso de las 11 de la mañana me hacen un espacio para dialogar en un tiempo corto que no alcanzó a durar más de 15 minutos.
Había traspasado algunos poemas del cuaderno de hojas verdes a hojas de oficio, y con típica y antigua máquina de escribir logro llevar orgulloso mis primeros poemas para el muestrario público.
A ella la ubicaba por fotos. Por esa razón no me resultó difícil reconocerla a distancia. Mientras esperaba la observé caminar por los pasillos y luego ingresar a una sala, que era la oficina donde trabajaba Welden. Al cabo de unos minutos el propio Oliver me avisó que ella me estaba esperando para dialogar sobre poesía.
Cuando hago mi ingreso a ese lugar de amplios ventanales, rodeado de libros, de una máquina de escribir y un teléfono (en ese tiempo no existía el computador), sentí que mi arquitectura comenzaba a temblar, que la timidez de los tiempos del liceo de Iquique volvía a entrar en mis ropajes. Creo que Alicia se dio por enterada de eso y comenzó a hablar con su voz pausada y bajita, con ese rostro y esos ojos que parecían escudriñar a su interlocutor.
Su voz me dio confianza y comencé a responder todas sus preguntas. ¿Desde cuándo escribe?...¿Por qué escribe?..¿Gusta usted de la lectura?..¿Escribe todos los días?.
Debo confesar que la juventud trae amarrada la grandilocuencia, la mentirilla piadosa, los pecados de la carne nueva y la mente nueva, el deseo de sentirse grande sin serlo. Pero a Alicia Galaz, con su experiencia en el mundo de la literatura, no le pasaban gatos por liebre.
Con todo, debo decir que era una mujer simpática, de un trato afable que llamaba a la pasividad, a la reflexión, a compartir esa sabiduría y esa pasión que ella tenía por las letras.
Antes de cumplirse los quince minutos le entregué mis escritos. Ella recogió las hojas y me citó para la semana siguiente, momentos que aprovecharía para comentar mis poemas y hacer algunas críticas posteriores, sin antes poner sus ojos en mis primarias creaciones, pero guardando un profundo silencio. Ese mismo silencio me produjo un escalofrío eterno.
La nueva cita fue en la mañana y debo decir que me había preparado para lo peor. Establecí una coraza en mi cuerpo y en mi mente traté de interponer cemento grueso. Busqué fórmulas para no salir de esa oficina con las piernas temblando. Además, no lo ameritaba a esa edad. Los golpes de la vida vienen más adelante.
De esa reunión entendí muchas cosas. Primero, que no era llegar y escribir poesía por escribirla. Segundo, que escribir poesía puede ser bello, pero a la vez doloroso. Tercero, que la autenticidad viene envasada con la experiencia de vida. Y cuarto, que es mejor escribir un libro bueno antes que cien malos.
Precisamente Galaz me llevó por esta avenida antes de entrar a comentar mis poemas. En primera instancia, al referirse a uno de ellos que hablaba sobre casas pobres y humildes, me consultó: ¿ha estado usted en los sectores marginales de la ciudad?. Comprendí que la autenticidad temática en poesía debía estar circunscrita a los conocimientos de vida, a los parámetros de los días existenciales, al tacto de las cosas.
Mis escritos terminaron acompañados con la tinta de Alicia, donde no estuvo ajeno el consejo fundamental de la unidad temática en la creación.
Sus rayones, sus palabras escritas a tinta sobre mis poemas fueron conservados por largo tiempo, hasta que se extraviaron en los distintos caminos, en las distintas ciudades por donde anduve en los siguientes treinta años.
Con Oliver Welden inicié una amistad que se fue agigantando al paso de los meses. Nos juntábamos en cualquier momento en los pasillos de la universidad. Hablábamos con franqueza, de lo que podía pasar en esos instantes en que aparecían poetas jóvenes sin patrones definidos. En la descomposición de la mesa creativa nacional, en el éxodo de toda o casi toda la generación surgida en los años 60, y que luego pasara a llamarse Generación Dispersa. Fumábamos incontables cigarrillos en esos momentos en que los nervios ya no eran los de antes, pensando en que era posible que pasara cualquier cosa.
Tras el golpe militar, en medio de un ambiente distinto, me fui percatando que a Oliver lo iban marginando poco a poco del claustro. En su oficina ya no trabajaba solo. Le habían puesto un “sapo” pro militarista que lo mantenía enclaustrado todo el día laboral, sin poder expresarse a sus anchas, sin poder opinar como lo hacía antes. Por esta razón cada vez que lo iba a visitar optaba por conversar en los pasillos. El fascismo comenzaba rápidamente a apoderarse de todos los rincones. Ese mismo periodista que le pusieron a Welden como su escolta eterno, lo volví a ver ya anciano en las dependencias del diario donde me desempeñé posteriormente en periodismo llegado el nuevo período democrático en Chile, en 1990. Era el mismo, con sus ojos rabiosos y su mirada sucia de los que albergan una doctrina y no la dejan jamás, aún sabiendo de las corrupciones y asesinatos cometidos en el régimen.
Me quedaron grabadas por treinta años muchas palabras de Oliver. Pero en esos seis lustros sin gran tecnología, con incesantes cambios de domicilios, hicieron menos posible el contacto con el exterior, luego que partió junto a Alicia Galaz a los Estados Unidos.
Mi ingreso a la universidad fue con cierto dejo de alegría, pero al mismo tiempo con un aire húmedo que circundaba mi estructura. Por un lado estaba contento de ingresar a la carrera que me gustaba. Por el otro, presentía que algo sucedería al paso de los meses.
Por cierto mi ingreso al claustro no fue hermoso. Comencé a ver rostros nuevos por los pasillos, nuevos académicos que fueron reemplazando a los que se identificaron con el gobierno democrático. La dictadura fue limpiando al paso de los días la mesa universitaria.
En la biblioteca empezaron a verse menos libros. Los militares comenzaron a poner a sus representantes en las salas. Se posesionaban rápidamente de todos los rincones.
Frente a este panorama, Oliver Welden comenzó a verse disminuido en sus funciones, con menos horas funcionarias, con menos influencias y menos poder de decisión. De igual forma, su perseverante y recia personalidad, le hicieron desembocar en otros quehaceres. Lo vimos, lo escuchamos, en la lectura de noticias al mediodía en Radio Arica.
A Alicia Galaz me la encontraba diariamente a la entrada de la universidad, muy temprano, cuando llegaba apresurada a sus clases. Se detenía unos minutos para intercambiar palabras. Observaba lo que llevaba en mis manos. En una oportunidad vio que tenía “Enjambre” de Efraín Barquero y dijo ¡¡buen poeta...buen poeta..uno de los mejores¡¡¡…En otra ocasión divisó un libro de Oscar Castro: ¡¡Si no hubiese muerto tan joven, pudo ser uno de los grandes poetas chilenos…aunque muchos no lo crean¡¡…decía riendo y luego se alejaba a su oficina.
Con la edición del opúsculo “Poemas”, humilde publicación de la época, Alicia comenzó a aceptarme en sus filas. Incluso, junto a Oliver, tal vez pensando en ilusiones repentinas, buscaron fórmulas de aunar nuevamente a la gente dispersa de Tebaida, a los más jóvenes, a Faúndez y otros, a un poeta peruano de apellido Choque que trataba de acercarse a nosotros. Planificaron paseos, ilusionados paseos a la costa, a respirar un poco de aire y relajarse. Pero nunca se concretaron. El tiempo amenazaba.
A Galaz también comenzaron a reducirle sus horas de clases. Se inició la discriminación. El nuevo rector alineaba con las partituras de la dictadura. De académica destacada con un currículum sobresaliente pasó a ser académica del montón. Pisoteada por las nuevas hordas, tanto Oliver como Alicia ya planificaban su retirada de ese claustro que tantas satisfacciones había dado.
Comencé a ver el aire extraño en sus miradas. El alejamiento de optimismo, la pesadez de sus piernas. Llegó el momento en que Oliver ya no tenía oficina, deambulaba por todos lados, ambulaba. Alicia tampoco ya entraba a la sala de profesores. Y se acercaba el final.
Me lo habían dicho. Me lo habían confirmado una mañana casi en secreto. Ya no podían seguir allí. Viajarían a Estados Unidos.
Y una tarde de sol ardiente, una vez que habían retirado todas sus pertenencias, casi en la segunda mitad de 1975, nos despedimos en la universidad. Ayudé a subir algunos mínimos paquetes y ascendimos las tres escalinatas que nos llevarían al piso de entrada de la sede, es decir a la Avenida Velásquez. Antes, nos detuvimos. Oliver no quería que eso pasara a mayores o que la gente se percatara de las emociones. Casi al llegar a la explanada nos detuvimos. Abracé a Oliver. Él, profundamente emocionado me dijo: “Nunca más volveré a Arica, salvo, por algo de vida o muerte”. Alicia me abrazó y no pudo contener las lágrimas como pensando qué ocurriría en adelante con las letras, con ese desamparo, con esa soledad, con esas guillotinas impuestas por la dictadura. Oliver la incorporó a sus brazos y se despidieron para siempre, para ese siempre que duraría treinta años en el caso de él. Y en el caso de ella, para un siempre eterno, porque no pude verla nunca más. Falleció el 18 de octubre del 2003. Me informé de su muerte recién al comienzo del 2005.
En nuestro país como académica y ensayista se había destacado con sus estudios sobre Góngora y Argote, que a la larga, ya han pasado a ser clásicos y de consultas en diversas universidades del mundo.
Los que se instalaron en las aulas que ocuparon antes distintos destacados intelectuales de esa sede de la Universidad de Chile, nunca pensaron que la Galaz lograría gloria y majestad en el país del norte obteniendo un doctorado en letras en la Universidad de Alabama, como conferencista y de estudios doctorales en el Estado de Carolina del Norte, y además como catedrática titular en la Universidad del Estado de Tennessee, lugar donde, precisamente jubiló, con el rango de Profesor Emeritus.
En Arica, Oliver me había interiorizado sobre la nueva poesía y autores de la década del 60, y tuve en mis manos la tesis de título de Alicia. En ésta pude leer a los autores que establecían un nuevo patrón literario en el devenir nacional más allá de Neruda. De esta forma pude adentrarme en la poética de Omar Lara, Floridor Pérez, Waldo Rojas, Federico Schopf, Hernán Lavín Cerda, Jaime Quezada, Gonzalo Millán, Ariel Santibáñez, entre muchos otros.
Pero con la partida de ellos, la universidad terminó por quedar en la más absoluta soledad.
Esa misma tarde regresé a clases y comencé a mirar a la distancia, a la distancia marítima, y con ese pensamiento rebelde me quedé paralizado.

Manuel Rojas y esta primavera 2008



Sorprendente resulta encontrarse con textos de Manuel Rojas, escritos a los 23 años en la Revista Numen y rescatados por Carmen Soria, nieta de José Santos González Vera. Rojas, Premio Nacional de Literatura 1957, mocetón de toda la vida, al igual que González Vera, (también Premio Nacional de Literatura 1950)realizó innumerables trabajos terrenales, hasta de cuidador de faluchos en Valparaíso. El gran autor de "Hijo de Ladrón", "El Bonete Maulino", "Lanchas en la Bahía", "Punta de Rieles", entre otros, falleció el 11 de marzo de 1973.
Manuel Rojas conoció de cerca las raíces de nuestro pueblo y de igual forma se acercó al pensamiento libertario después de observar y palpar las injusticias. Mostramos acá una crónica fechada de 1919 y dedicada a la juventud de la época (tenía 23 años). Consideramos que este escrito denominado "Primavera" cobra actualidad en estos momentos, por lo que tendríamos que decir que es un pensamiento de todas las épocas.
cam

viernes, 3 de octubre de 2008

Lea la historia de la revista EXTRAMUROS y visítala en la web


REVISTA EXTRAMUROS EN LA WEB

Conozca SU historia y visítala en:
www.extramuros83.cl


La página web está en el aire desde enero de 2008.


“Extramuros”, denominada en su época “Revista internacional de Poesía”, surgió a la vida pública en enero de 1983 en Chile. Es una revista histórica. Hoy, en el siglo 21, aparecen una infinidad de publicaciones con el mismo nombre. La nuestra, por supuesto, es la histórica, la de la década del 80.
En la ciudad de Arica como bien lo dijera el Premio Nacional de Literatura Manuel Rojas, en la década del 70 era complicado sumirse en la literatura, en un lugar que por lo demás fue conocido como “ciudad tránsito” y en donde la droga, el contrabando, la prostitución, estaban a la orden del día.
Si bien es cierto la revista Tebaida, asentada en la ex Universidad de Chile de ese puerto en la década del 60 y hasta el año 1973, cumplió una importante labor, después de la dictadura militar los tiempos cambiaron completamente.
Es pues “Extramuros” la publicación que le corresponde nueve años más tarde asumir en la misma puerta norte de Chile, la responsabilidad de aunar a los creadores jóvenes, los mismos que habían quedado huérfanos de todo apoyo.
El fundador y director de “Extramuros” fue el poeta Carlos Amador Marchant, quien a los 27 años de edad fue protagonista de un hecho insólito como lo catalogaron algunos: “se crucificó la primera semana de noviembre de 1982 en la Playa El Chinchorro hastiado por la falta de apoyo a los creadores y a la constante persecución de sus pares”.
Si bien el hecho ocupó titulares de la prensa nacional y extranjera, también fue manoseado y muchos hablaron de búsqueda de publicidad para vender un libro. La verdad, y esta es la primera vez que el real tema se hace público, el autor del hecho una vez que bajó del tronco de 6 metros donde se amarró por varias horas, dio una entrevista a la televisión del norte donde manifestó su repudio a las persecuciones y a la falta de apoyo hacia los escritores. Esta protesta fue silenciada por la TV y nunca apareció en los medios. Unos días después el resto de la prensa escrita sólo se refirió a la noticia como acto publicitario donde se rescataron mínimas palabras que el poeta lanzó al aire oceánico del Chinchorro: “¡Los escritores deben crucificarse de norte a sur, agotar los troncos en las barracas¡¡”.
Estos fueron también los orígenes de “Extramuros”. Unos meses después, en enero de 1983, surge la idea de crear la revista para dar definitivamente una casa a los poetas y escritores nortinos.
La publicación alcanzó 10 números hasta fines de 1985, 6 de los cuales se encuentran en “Memoria Chilena” de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, junto a un centenar de otras revistas de la época.
“Extramuros” fue editada en imprenta peruana y mantuvo un formato digno para esos días que era la época del roneo. Al paso de tres años alcanzó a mantener intercambios con más de 300 revistas de Chile, América y parte de Europa. En sus páginas, por otra parte, entregaron sus obras escritores y poetas de diversas nacionalidades, y por supuesto los del norte de Chile, muchos de los cuales aún están vigentes en el tema creativo.
Sin embargo, en cuanto a la posibilidad de seguir viviendo no pudo ser más allá de diciembre de 1985, tiempo en que su director y fundador fue exonerado de la Universidad de Tarapacá, por su participación y apoyo, años antes, a las primeras huelgas estudiantiles. Grupos de CNI lo golpean en la calle y luego lo expulsan de la universidad, lugar donde se desempeñaba como administrativo de bibliotecas.
Pues bien, han pasado 22 años y este 2008 “Extramuros”, la histórica revista del norte chileno, ahora en formato de página web, vuelve a encender sus motores de la literatura.
Su director y fundador, Carlos Amador Marchant, es quien asumió nuevamente esta responsabilidad, ahora en los nuevos tiempos, con los adelantos tecnológicos y con la posibilidad de llegar con un mayor potencial de aportes a todo el mundo.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Foto recuerdo "Despedida a Rolando Cárdenas"


La cenizas del destacado poeta nacional Rolando Cárdenas fueron llevadas a su ciudad natal al finalizar el año 2005, acompañado por representantes de todas las filiales de la Sociedad de Escritores de Chile. Carlos Amador Marchant estuvo entre esos escritores que despidieron al vate, cuando era presidente de la Sech Versión Valparaíso. Rolando Cárdenas Vera nació en Punta Arenas, el 23 de marzo de 1933 y murió en Santiago de Chile, el 17 de octubre de 1990. Pertenece a la Generación del 50.
(la foto corresponde a la Revista Punto Final de diciembre de 2005. Al ampliar la imagen podrán observar la ánfora sobre la mesa con las cenizas del escritor que incluso, simbólicamente, fue llevada a lugares como La Unión Chica, sitio de bohemia literaria en Santiago donde se le homenajeó con poesía y cánticos)

jueves, 4 de septiembre de 2008

"Después de mi Casa" (Libro publicado en 1983 en editorial de la Universidad de Tarapacá de Arica-Chile)




CASA MÍA

Hay olor a pan en esta casa.
Hay olor a pan y a madera.
Y cada vez que abro mi olfato
un aroma a vida golpea las paredes.
Y no hay nada que esconda este sitio pequeño.
No hay nada más que ventanas entreabiertas.
Y gritos de niños que vienen y se acercan
desde la calle.
Y polvo que acecha como lobo
y cae, a veces, como lluvia.
Quiero decir que es una casa pobre.
Pobre como papel abandonado. De ésos
que se observan amarillos
en rincones más oscuros de alguna parte.
Y estoy aquí dormido sobre ella. Y la poseo
grotesco
de día a noche.
Y la vuelvo a hacer mía. Y la acaloro indefinible.
Y luego salgo y huyo
y dejo mi yo escondido en los rincones, en algún
sitio de estas paredes.
de estos sillones,
de estos silencios.

HOY PARIÓ

Hoy parió una gata en un rincón de mi casa.
Debe haber llegado a oscuras
desde muchos otros tejados humildes y lejanos. La vi
cuando el sol comenzaba a iluminar la tierra. Ahí estaba
pálida, taciturna, convaleciente.
No reaccionó ante mi presencia
más bien parece haberme narrado con su mirada ingrávida
toda su desesperante aventura. Yo la miré,
y ante mi mirada un maullar suave
estremeció las paredes del patio.
La desconocida, tal vez a las tres, cuatro o cinco de la madrugada,
barrió con todo lo que encontró a su paso: camisas,
trapos, calcetines, diarios viejos. Todo
quedó húmedo y ensangrentado.
Y ante mi asombrada e insistente mirada, pareciendo
comprender la exactitud de las cosas,
cogió de uno en uno
a sus tres cachorros
para llevarlos a un paseo por la vida.



SOMBRAS


No  es el polvo que cae
el que me hace sentir extraño en este mundo. No es ni son
gritos, llantos ni maderas apolilladas de esta casa.
Más bien parece ser mi inclinación a las sombras.
Las sombras de árboles pisoteados por sequías,
las de maderos inclinados en patios derruidos,
las de gatos que pasan por tejados.
Y son tantas.
Llegan a ser tantas que todos los caminos parecen oscurecerse.
Y hay escenarios malditos y noches deprimentes.
Y hay luces que se apagan encendidas.
Entonces mi cuerpo se sienta sobre una silla
casi amaneciendo
asfixiado por cientos de sombras guturales
y encarcelado.



DE REPENTE

De repente
dan ganas de ser más que un pan duro. Transformarse
del barro al agua pura. Saltar
de un estado a otro
como el brinco de una pulga. Y juguetear
con cien flores en las manos.
Porque soñar no cuesta nada
y hay que prolongarse
como el acto sexual extremo y exquisito.
De repente dan ganas de crearse
en un cuadro perfecto
que no está en galerías ni en museos.
De repente dan ganas de estar en la mente
de alguien que aún no ha sido parido.
Porque la mediocridad dejará
de ser jefa en este mundo
y el pan duro
debe ablandarse un día de éstos.



COSA BRAVA DE MI BARRIO

Todo es bravo aquí
como temporal en el océano,
donde barcos saltan y se refugian
donde rostros brincan y se contraen.
Extraña carátula de este sitio lejano.
Presencia desordenada del tiempo.
Pero este es el ojo
donde todo brilla como diamante,
donde la tarde salta como pez.
Aquí la cosa es brava. Pero tal vez no
para el que ha nacido en sus ramales,
en estos espacios de tablas y ranchos.
Aquí los hombres comen y beben y matan
su pobreza,
dan puteadas al mundo,
escupen el azadón, compran
con dinero arrugado, sudan
cumbias revoltosas.
Aquí la cosa es brava y es
medianoche.

Mi barrio, a fin de cuentas, parece lata oxidada.




OH!


Seguiré volando como pájaro solitario,
como el que anduvo por lugares distintos
buscando calor
en el desierto
en el mar
en sitios distantes y desconocidos.
A fin de cuentas es posible que sea un pájaro. Un pájaro
marchito
de alas, entumido
de cuerpo. Un esquelético
ser alado
sin destino. Fétido
de penas
de puertas y sonidos.
Reitero ser un pájaro. Un pajarraco
que blasfema al mundo,
que siente molestias del sonido de una mosca.
Pero al final se encuentra.
Y cuando lo hace
se arrincona
en cualquier parte
a comerse
a sí mismo.



PUEBLO INFIERNO

Pueblo chico, de los grandes
infiernos. Aquí cien ojos
te miran
te corretean
te revientan como una granada. Pueblo
chico
del norte
sur
este u oeste. Pueblo
chico
macanudo
panorama del mundo que vivo.
Pueblo a fin de cuentas. Ojos
injurias
donde te pisotean
si eres extraño.
Aquí ladran perros
yacen gatos
las calles vomitan
garabatos. Pueblo al fin
de héroes escondidos, barro
iracundo
pueblo
pueblo
pueblo.




YO NO CONVERSO


Con nadie converso. Es mejor
sentirse
solo
como isla, peñasco
de la pampa.
De sueños incautos prematuro sin iras
no converso con nadie.
Es decir soy ermitaño yo no converso
con nadie. Es decir soy
ermitaño y me escupen por la espalda.
Entonces soy de ningún sitio.
Vago gitano sin carpas, danzarín
de tierras negras.
Y me entretengo en planicies
sin seres
sin vozarrones sin gusanos, más allá
de todo
lo que parezca
un mal inicio.




A VECES

Como un fierro pesa la ira de la gente.
Mantenerse incólume no es cosa de este mundo.
Este es el diario trajín de los días.
El grito y el ruido tienen al mundo enfermo. Ya no se puede
guardar silencio. Todo es un ritmo
de pasos acelerados. Nadie reposa
en esta jaula. Sólo la soledad
y el silencio duermen.
Y parece que estuviesen en otra época,
en otra pieza,
tal vez a puerta cerrada
y con candado.





HE PENSADO


Como vehículo retrocediendo
retrasaré mis pasos. Iré a la orilla
de la vida.
He pensado salir del esqueleto,
rasgar tercas ilusiones. He pensado
olvidarme
de rostros
y palabras,
eliminar textos de junio,
edificar calendarios nuevos.
Porque todo lo propuesto hoy
tiene rostro reciclable.
Porque ahora soy hombre pelo en punta refugiado
sin ojos sudor rumbos.
Y mientras más corro
por calles
siempre choco
como ebrio.




PERO LA VIDA

Pero la vida hay que tratarla de una manera distinta.
Propongo mirarla más allá de los ojos.
Propongo mirarla como al aire.
Quiero decir amar lo más simple. Oler
la leche por la mañana
y la planta recién germinada. Y tocar
las alas de un pato en vuelo. Escuchar
la alarma del gallo desde el gallinero, y volver a oler
nariz abierta
el excremento de los potros.
Propongo amar las cosas más extrañas: la transpiración
de un ser recién venido al mundo; la sábana
de dos amantes en hervor.
Y saltar como conejo eufórico
cuando el sol lanza agua en las mañanas.





Y….?

Por correr como potro salvaje
hiciste pebre los caminos. Estás crucificado
y los ojos te saltan.
Se derramó tu vida como de un vaso roto
y vives agonizando.
De tantas cosas que no te dieron
correteas lanzando puteadas al mundo.
Pero aun es tuyo el guitarreo solitario.
Y difunto atragantado sigues
lanzando calzoncillos por ventanas.
Y abres la boca con terror
esperando que alguien te grite:
“entra a la vida, de una vez por todas,
pequeño granuja”.

lunes, 25 de agosto de 2008

Celebremos


Por fin Chile hace justicia:

¡¡Efraín Barquero ganó el Premio Nacional de Literatura 2008¡¡

Por Carlos Amador Marchant

Por fin Chile hace justicia con uno de los mayores poetas de los últimos tiempos. El Premio Nacional de Literatura otorgado en horas recientes a Efraín Barquero, hace por lo menos mirar con mejores ojos los próximos otorgamientos.
Barquero, quien debió haber sido galardonado el 2000, tuvo que esperar ocho años para ver reflejado el verdadero reconocimiento a su obra. El poeta que vivió su largo exilio después del golpe militar en Chile, ocupando el cargo de Agregado Cultural en Colombia, tuvo que residir primero en Cuba y luego en Francia, lugar donde se encuentra junto a su familia en la actualidad.

"Es el premio a la hondura, la calidez y coherencia de una poesía afincada en los sentimientos más profundos del ser humano" señaló la ministra de Educación, Mónica Jiménez.
"Barquero es el continuador de las obras de (Gabriela) Mistral y (Pablo) Neruda", agregó.
A Barquero tuve la oportunidad de entrevistarlo el año 2001 y desde ahí hacia delante no cesamos de hacer campaña para terminar con las equivocaciones de nuestro país, de dejar morir a sus grandes creadores, aquéllos que muchas veces son reconocidos primero en el extranjero antes que en su propia patria.
Han sido muchas las crónicas que escribimos sobre su obra, y muchos los momentos de hacer entender en nuestra patria, que hay que dejar los pensamientos oscuros, las envidias, para situarnos en el respeto y la valoración de obras de altura.
Desde este blog saludamos a Efraín y esperamos tenerlo muy pronto de retorno en Chile. Mi abrazo para ti, gran maestro.

miércoles, 30 de julio de 2008

Anuncio y publicidad

En los próximos meses del 2008. Carlos Amador Marchant editará y lanzará al mercado su nuevo libro poético denominado "Hijo de Sastre".

lunes, 21 de julio de 2008






Efraín Barquero lanza sus últimos misiles para no ser olvidado

Barquero y Hahn ¿Quién será el Premio Nacional de Literatura 2008?
Por Carlos Amador Marchant

Estamos en el año 2008 y nuevamente comienza la batalla y las dudas por el Premio Nacional de Literatura en Chile, correspondiente a Poesía. ¿Quién será el ganador?, es la pregunta que muchos se hacen y que en distintas páginas web se han venido estampando como pequeñas encuestas que, si no dan un reflejo general por los escasos votantes, por lo menos da la tendencia y he aquí lo trascendente. De varios postulantes que circulan, entre ellos Delia Domínguez, Pedro Lastra, Jaime Valdivieso, Claudio Bertoni, los que van a carrera de caballo son los nombres de Efraín Barquero (por tercera vez) y Oscar Hahn. También se ha hablado de la postulación de Omar Lara.
En la encuesta que expongo en mi blog y que titulo “Chile es un país de postergaciones, pero ¿quién será el Premio Nacional de Literatura 2008?”, si bien en un mes sólo han botado doce personas, el primer lugar lo lleva Barquero.
Sin embargo, y esto hay que expresarlo con todas sus señas, Chile desde el año 1942 con Augusto D’Halmar hasta 1974, otorgaba estos galardones cada año, transformándose luego en bianual, lo que conlleva a la conclusión que, al ser separados entre poesía y narrativa, cada uno de los candidatos debe esperar cuatro años para poder aspirar a este premio. ¿Se podría decir que es esta la razón por la cual quedan muchos excluidos?. Puede ser una de las razones, aunque en el global del asunto, me inclino a pensar que nuestro país deja morir a sus grandes hombres sin poner atajo a esta suerte de indiferencia.
El caso de Efraín Barquero es preocupante si logramos situarnos, precisamente, en el tema de las exclusiones, ya que desde el 2000, cuando ganó este premio Raúl Zurita, hasta la fecha han transcurrido ocho años. En el 2004 también apareció su nombre como virtual ganador, pero sin embargo, el galardón fue para Armando Uribe Arce.
Si bien es cierto al paso de las décadas son muchos los escritores y poetas postergados, más aun si analizamos los premios entregados en el período dictatorial en Chile, de la generación del 50 han muerto varios poetas de fuste: Linh, Teillier, por nombrar algunos.
Si analizamos este esquema, podemos decir que a Barquero le correspondía ganar el Nacional el año 1996, momento en que habían fallecido los otros dos grandes poetas. Sin embargo, ese año el galardón fue entregado a Miguel Arteche. Este es un caso más que extraño. El 2000, siendo jurado Arteche por derecho propio tras haber sido el anterior ganador, y siendo además de la misma generación de Barquero, no se inclina la balanza hacia éste y logra triunfar Raúl Zurita luego de una polémica que muchos argumentaron como de temas y relaciones políticas. ¿Realidad, ficción? No es éste un artículo para entregar juicios sino más bien para depositar ante el lector antecedentes fidedignos de la realidad en estos eventos.
En el 2004, ocurre algo similar, siendo Zurita jurado y también estando Barquero como postulante, la decisión se inclina hacia el poeta Armando Uribe.
Ocho años han transcurrido hasta ahora y, de acuerdo a lo que hemos visto en la prensa nacional, se nos viene con todo Oscar Hahn, quien ha logrado ser apoyado por cuatro Premios Cervantes. Sin duda se trata de un excelente poeta que viene trabajando su obra desde mucho tiempo. De ser elegido sería uno de los primeros poetas del norte, de Iquique, que logra este reconocimiento. Por esta razón, la Universidad de Tarapacá de Arica, que es fusión de las ex universidades del Norte y de Chile, lugar esta última donde se desempeñó Hahn, está apoyando esta causa.
Sin dejar de aplaudir el buen cometido y que se premie la buena poesía, Efraín Barquero no debe quedar olvidado. Se trata de un poeta de larga trayectoria que hoy ha debido elegir Francia para vivir tras estos fallidos intentos, y quien ha dejado un excelente legado en la Generación del 50. No es mucha la edad que los separa a ambos. Barquero bordea los 77 años mientras que Hahn ya alcanza los 70.
Recuerdo en jornadas pasadas haber estado en la misma situación de hoy, específicamente en el 2000, viendo qué pasaba con el poeta que fue ayudado por Neruda en la etapa en que se veía como el seguidor del Nobel. Lo que leerán a continuación es parte del ensayo “Barquero en el Puerto”, libro premiado por el Gobierno Regional de Valparaíso año 2002 y que está relacionado con la conversación que tuve con el poeta tras no otorgársele el premio del año 2000:

“Me encontraba el domingo 27 de agosto del 2000 realizando un programa radial en una emisora comunitaria de Valparaíso. Entre los diversos temas abordados en espacios pasados, entrevistas a artistas de la zona y reseñas culturales, estaba aún latente el Premio Nacional de Literatura correspondiente al género poesía. En programas anteriores había realizado una serie de encuestas y entrevistas a escritores de la Quinta Región, quienes se refirieron a los posibles ganadores. Entre gustos diversos, la poética de Efraín Barquero aventajaba a otros nombres que se daban como candidatos. Recordando un poco esas etapas, debo expresar que en varios programas nos aventuramos a dar como seguro ganador de este galardón a nuestro poeta.
Como ya lo expresara anteriormente, queda grabada en la mente de quienes nos preciamos de conocer la buena poesía, la apatía en que incurre nuestro país, al dejar marginados a sus máximos representantes de la palabra. Si revisamos nuestra historia en cuanto a estos premios nos podemos dar cuenta de los incontables errores cometidos.
En puestas al aire posteriores demuestro cierto malestar por la resolución de no otorgársele el galardón.
Analizo más adelante que, con esta decisión, se dejaba abajo a uno de los más importantes representantes de la llamada Generación del 50. Antes, ya habían fallecido otros exponentes en la misma situación: Enrique Lihn y Jorge Teillier.
Entonces, percibo que no hay en nuestro país un ordenamiento generacional y, además, por qué no decirlo, de calidad.
Cabe hacer notar que el espíritu por el cual fue creado el Premio Nacional de Literatura, que correspondió como idea al Presidente Pedro Aguirre Cerda y que fue concretada por el otro mandatario Juan Antonio Ríos, en el año 1942, era premiar a los escritores por la obra realizada “durante toda su vida”.
Efraín Barquero, en la década del sesenta fue señalado como uno de los artistas más poderosos que tendría Chile al paso de los años. Si pensamos que el exilio lo dejó fuera de camino, tendríamos que afirmar que hay que estar dentro de esta larga y extensa faja para aspirar a algo”.

Me atrevo a decir que si este año no reconocen a Barquero, Chile se “farrea” la posibilidad de premiar a alguien que se lo merecía hace mucho tiempo. Que no es un hombre que le gusta mostrarse, que no le gusta estar en las grandes farándulas, que tal vez no es la imagen que políticos o instituciones de poder quieren para estos efectos, eso no interesa. Lo que importa es que Chile debe reconocer a sus grandes hombres y ojalá no hacer “ensaladas” generacionales que sólo culminan con la marginación de muchos escritores y poetas al paso del tiempo.

domingo, 29 de junio de 2008

Los cordeles que atrapan a Valparaíso


Los cordeles que atrapan a Valparaíso
Por Carlos Amador Marchant

Estaba mirándome en un video youtube donde aparezco bajando escalas de Valparaíso. No sé en qué momento se hizo esa grabación, pero no fue para verme a mí mismo, sino para esclarecer que en este puerto histórico de Chile las escalas son la imagen de una ciudad que tiene esa característica, para bien o para mal.
La alternativa es válida por la conformación del puerto, hecho a pulso y de músculos, y donde los hombres quisieron, al paso de los siglos, estampar su fiereza. O sea, se me comprenda o no, quienes se establecieron en estos lugares, lo hicieron pensando en ver el mar desde los cerros.
Y es así como esta ciudad se fue agigantando y destruyendo al mismo tiempo. Pero estas hormigas que somos los humanos quisieron quedarse acá para seguir viviendo las adversidades: “Pronto,/Valparaíso,/marinero,/te olvidas/de las lágrimas,/y vuelves/a colgar tus moradas,/a pintar puertas…” (Pablo Neruda).
No es que Valparaíso se haya destruido en su totalidad con las adversidades climáticas y volcánicas, porque hay más de un centenar de casas que aún se mantienen vivas en el tiempo y dejan lucir en sus frontis los momentos en que fueron construidas. Sin embargo no interesa sólo el tema de las construcciones, sino más bien lo que hay debajo o encima de la tierra, lo que ha dejado miles de hombres insignes en todos sus quehaceres y que hoy en día sigue flotando en el entorno del puerto. Es quizás esto lo más trascendente que tiene Valparaíso, la historia que está estampada en los libros, la que al paso de los días y los meses tratamos de recorrer hasta encontrarnos con la savia que está encima de la tierra.
Esto no es un artículo turístico para atraer a las millones de personas que aspiran subirse a un trasatlántico y llegar a estos lugares: NO. Más bien trato de mostrar esta tierra que visité el año 1995 por razones muy personales, y que a la larga se transformó en quedarme casi para un siempre de siempre.
Lo que acontece ahora es escudriñar cómo una persona venida del norte de Chile se pudo aclimatar a estas zonas distintas, de lluvias y de pulsaciones diferentes.
Aquí están las raíces de alguien que nunca supo que el destino estaba esperándolo a la vuelta de la esquina. Mi padre había nacido en este puerto y se trasladó al norte en su etapa de juventud para iniciar una vida nueva enclavada en el desierto: “Si el hombre pudiera decir lo que ama,/Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo…” (Luis Cernuda).
Hay cientos y cientos de personas, pensadores, que han escrito o han dedicado su tiempo a construir palabras estampando los rincones de Valparaíso. Lo trascendente de esto está, como dije anteriormente, en los rincones de la tierra o en la superficie de ella misma. La historia nos persigue, gritó alguien por ahí, mientras por su boca se iba dibujando una especie de tristeza. El escritor Carlos León, si bien el artículo no está dedicado a este puerto histórico, grafica de manera genial los rasgos del recuerdo perentorio que embarga a quienes se van y luego retornan para observar los sitios donde vivieron: “El hombre miraba con serena desilusión una casa descascarada y ruinosa, ubicada en una viejísima calle de un puerto del norte. Por momentos su concentración era tan intensa, que entrecerraba los ojos, como si persiguiera, a lo lejos, una imagen fugitiva.”. En este mismo artículo aparecido en su libro “Algunos días..” de Ediciones Universitarias, explica que aquel hombre se decide a golpear la puerta de esa casa semiabandonada y con nuevos moradores. Veintiocho años se había alejado de su entorno y la mujer que lo recibe le permite entrar para que éste recorra sus rincones. Más tarde, luego de palpar cada sitio, repite palabras en silencio y pareciera arrancar de los espacios: “Era otro tiempo, prosiguió hablando consigo mismo. Otro tiempo, repitió en voz baja… Luego, cambiando de tono, le dio las gracias en forma efusiva y se alejó, como si huyera”.
El poeta Efraín Barquero, en su estada en el puerto los primeros años del año 2000, antes de viajar de retorno a Francia, habitó un pequeño departamento a la subida de la calle Yerbas Buenas. Si bien es cierto que desde ahí hasta llegar a la planicie del centro de Valparaíso, es de escasa distancia, él prefería subir hasta la Avenida Alemania mirando el impresionante océano y luego bajaba hacia distintos sitios. Barquero, por ese entonces de setenta y un años, gozaba de excelente estado físico.
Las escaleras, tema que nos convoca, tienen fiereza felina. Al mirarlas desde abajo, habrá que pensarlo dos veces para subirlas. Por el contrario, al observarlas desde arriba, se recomienda no bajarlas a prisa por lo empinadas.
Estamos hablando de un puerto que nos atrapa. Hace unos días, dialogando con un conocido que hace un tiempo comenzó a realizar trabajos editoriales en Venezuela, comentaba, curiosamente, que prefería retornar a Valparaíso porque no podía dejar de recordar sus calles y entornos. Otro conocido que estaba junto a nosotros le dijo que cómo era posible pensar eso, que las mujeres venezolanas son hermosas, que el clima, que el Caribe, etcétera. Y él respondió: “aunque no lo creas, prefiero las mujeres de estos lados, prefiero el clima de acá, y aunque el puerto ya me lo conozco al revés y al derecho, sus calles viejas, su hediondez, sus escaleras, hay algo que me atrapa en este lugar”.
Precisa y finalmente, en el tema de atrapes, el mismo Carlos León especifica por qué Valparaíso tiene ese cordel para amarrarnos de por vida: “Algunas calles, ciertas esquinas y establecimientos, adquieren en su presencia, una actitud pensativa, marinera, casi sinfónica; los cerros mismos, tan erguidos, tan sólidos, tan intensos los demás meses del año, bajo el imperio de la lluvia se esfuman y debilitan en una especie de acuarela sugestiva y dulce”.

viernes, 18 de abril de 2008

Sobre Nana Gutiérrez la antipoeta de Arica


Sobre Nana Gutiérrez, la antipoeta de Arica
Por Carlos Amador Marchant

Para recordar a la antipoeta Nana Gutiérrez debo situarme en la ex Universidad Técnica del Estado de la ciudad de Arica. La casona, potenciada a lo largo del gobierno de Allende, y con muchas sedes en el territorio nacional, estaba ubicada en la Avenida Santa María frente a la antigua Endesa (Empresa Nacional de Electricidad).
En esa edificación de madera que antaño había sido un galpón semi industrial, se establecieron salas de clases frente a una arquitectura pobre. En los próximos años estaba proyectada la construcción de una sede de tres pisos y de cemento. El golpe de Estado habría de cambiar todas las perspectivas de esa pequeña sede universitaria.
Con todo, la UTE funcionó hasta 1976 con la idea de poder entregar los títulos a los estudiantes antiguos que estaban por egresar. Ingresé a estudiar Control de Producción en 1974, sin poder culminar mis estudios.
En esas pequeñas aulas, en un pequeño anfiteatro de madera lograron antes de 1973 presentarse una serie de artistas famosos, entre éstos Víctor Jara. Charlas con los más destacados políticos.
A mi ingreso había desaparecido toda la euforia artística instalándose un nuevo rector pro militarista. Muchos estudiantes desaparecieron de la noche a la mañana sin saberse de sus destinos. Llegaron rostros nuevos a dictar clases, y la labor cultural no se observaba por ningún lado. Unido al deseo de hacer cosas y unido también a mis ímpetus juveniles, con unos pequeños ahorros entregados por mi padre, se me ocurre visitar la Imprenta Prado para editar mis primeros poemas. La imprenta Prado estaba ubicada en la calle Azola del puerto. El dinero no me alcanzó más que para las tapas de cartón grueso donde se podía leer “Poemas” y mi nombre. Las hojas interiores las hice a mimeógrafo, utilizando una máquina de la misma sede universitaria en una sala fétida que estaba instalada detrás de las oficinas administrativas.
Los nuevos profesores de esa universidad me vieron trabajar tardes enteras con ese rodillo, entintándome las manos, orgulloso de observar aquella humilde publicación que comenzaba a salir en los momentos más negros que vivía la patria.
Junto con esto se iniciaba un nuevo camino literario en la ciudad, salido del silencio, salido de la nada, de los escombros esparcidos. Por otra parte, la mínima edición de esos poemas sirvió para acercarme al diario La Defensa donde comencé escribir mis primeras crónicas. Tenía diecinueve años. Eran crónicas incipientes, enfermizas y de una falta de conocimientos de muerte.
Esto mismo dio origen a la formación del grupo literario “Desinencia”, que funcionó en los interiores de esa casona universitaria con no más de siete integrantes que lo único que querían era reflexionar y escribir poesía.
Nos reuníamos en una sala vieja y de piso de tierra, “regalo” otorgado por el rector militarista. Era un lugar frío y de paredes sucias que olía a meado de perros. Lo primero que hicimos fue crear unos afiches que fuimos pegando en las paredes de la entrada de la universidad. Nuestros poemas, escritos a máquina, comenzaban a tomar fuerza.
El aire, por esos días, al margen de la represión impuesta por el régimen, era un aire triste, de soledad apestosa. Pero los muchachos, incluso aquellos que llegaron de algunos liceos, atraídos por las crónicas aparecidas en el diario, querían participar en este grupo, sin antes llevarse la desilusión de saber que éramos pocos, pero que queríamos meter bulla en la ciudad.
Las crónicas que fueron apareciendo semana tras semana, sirvieron para que prendiera la mecha de la esperanza literaria en Arica. Y esto no se hizo esperar. Un día cualquiera me llama la antipoeta Nana Gutiérrez. Me llama al teléfono de la sede universitaria. Fue en la noche, y sus palabras irrumpieron con cierta docilidad pero impregnadas al mismo tiempo de un deseo de moderar el asunto.
¿Quiénes eran estos muchachos que firmaban como “Desinencia” y dentro de la UTE?.
Nana Gutiérrez, al margen de felicitarme por hacer sonar los bombos literarios, también me dijo otras cosas. Entre éstas, y como yo firmaba los artículos con el nombre completo, “director grupo literario Desinencia”, me señaló que el nombre era demasiado largo: ¡¡acórtalo, hombre, acórtalo¡¡.
Esto significó una larga conversación con ella. En medio de su locuacidad, personalidad que confirmó su cometer literario que hoy por hoy busca (trata) de salir de lo regional -aun cuando antes de morir trabajó el verso con algunos literatos latinoamericanos conocidos, entre éstos con el peruano Winston Orrillo y el argentino Marco Denevi, y hasta Parra y Neruda le dedicaron algunas palabras en la década del 70- me dio varias ideas: “eres un muchacho, me dijo, no sabes muchas cosas, pero te recomiendo que firmes de esta manera o bien de ésta otra…pero elimina un apellido siquiera, para que la gente, los escasos lectores que tenemos se acuerden de ti”.
De esta forma eliminé mi segundo apellido y la publicación “Poemas”, salió como ella dijo. Así firmo hasta estos días.
Al paso de las semanas los llamados de Nana se hicieron constantes. A medida que salían crónicas en el diario, más llamados llegaban. ¡¡¡Hagan algún recital, muchachos¡¡…nos gritaba. Y esto se hizo realidad a los pocos meses. Luego de varios diálogos con el Departamento de Extensión Cultural de la Universidad del Norte, realizamos un primer recital llevando a cuestas versos escritos a máquina y el reciente “Poemas”.
Por ese tiempo Nana Gutiérrez tenía 47 años y su arquitectura física estaba visiblemente desgastada por la enfermedad. Flaquísima, de huesos duros, alta, y de una cabellera rubia, hacía relucir sus voz extraña, casi salida de muy adentro de su garganta, como escondiéndose, como gimiendo. Era una voz extraña.
De personalidad, a veces, agresiva, no había que contrariarla. Antes del recital conversamos en varias ocasiones. Ella quería que nos viéramos las caras y estaba profundamente entusiasmada con la idea de conocer gente joven. Por esta razón ideó reuniones en una tiendita que tenía la actriz Manola Banchero en la calle 21 de Mayo, pleno centro de la ciudad.
Todas las veces que nos juntamos hacíamos simulacros de fama. Manola nos sacaba fotos en blanco y negro y Nana nos hacía imaginar que ésas serían fotografías para la posteridad, para los momentos en que la sociedad nos requiriera en la historia del norte literario. La Banchero, quien había realizado una vasta labor en el Teatro Experimental Arica, presentando obras en la sede de la ex Universidad de Chile, reuniendo a brillantes actores del tiempo de la democracia, mantenía una mirada triste y gastada, como pensando en las cosas que ya se habían ido, como pensando en un final sin retorno. Y pareciera que la presencia de Nana por esos años, le trajo, por lo menos, un aire de conformidad ante el desolado momento artístico que se vivía.
Creo que por esta razón jugueteaba con nosotros, nos seguía las risotadas, nos mostraba sus últimas alegrías, nos seguía el juego. Nana Gutiérrez, por otra parte, también hacía sus últimas apariciones en público, arriesgándose en la intemperie a renacer los ímpetus literarios de estos jóvenes que se atrevían a sacar sus escritos en esos momentos difíciles para la nación.
Con todo, Nana no fue de creación extensa. Sólo se le conocen cuatro libros: Por el rabo del ojo; Calendario (escrito mes a mes junto al poeta y periodista peruano, Premio Nacional de Cultura, Winston Orrillo); Correspondencia, con el escritor argentino Marco Denevi, Premio Nacional de Teatro y autor de una veintena de libros, entre éstos Rosaura a las Diez; Los Expedientes y uno de sus últimos El Amor es un Pájaro Rebelde. Denevi falleció a los 76 años el 12 de diciembre de 1998.
Nana editó su última obra denominada “Luna Llena”, en imprenta de la ex Universidad del Norte de Arica: “Luna llena…¿llena de qué?”, decían unos de sus versos. Por esos años, en 1974 en dicha ciudad no había librerías, y eran denominados así ciertos locales que se dedicaban a la venta de cuadernos y útiles escolares. Tímidamente comenzaban a instalarse algunas, pero éstas morían a los meses por asfixia económica. La obra de Nana Gutiérrez fue pobremente difundida, a tal extremo que es muy difícil hallar un libro de ella en las bibliotecas del país, y nada de raro que muchos de éstos estén arrinconados en algunas casas o en la misma universidad donde fue editada. En internet, comenzamos en estos últimos años recién a ver algunos acercamientos a ella, gracias a periódicos virtuales que se editan desde Arica.
Recuerdo que un día le consulté: Nana ¿cómo te ha ido con tu último libro?..Ella me contestó…¡¡bien, muy bien, se han enviado a diversas partes del mundo¡¡…Eran mentirillas dichas por personeros del régimen dictatorial, porque los libros estaban allí, y los pude ver en el más completo abandono y deterioro en una de las salas universitarias de aquel entonces. Más tarde, al paso de varios años comenzaron a ser enviados a algunas embajadas y consulados.
Concretamente pienso que a la antipoeta le nació las ansias de estar en sus últimos años con poetas jóvenes, con gente a quien poder guiar. Su eterna rivalidad con personas que llegaban de otros sitios de Chile, le hicieron alejarse de los caminos que imponía Tebaida, por ejemplo, porque ella quería estar representando a la ciudad de Arica, asumiendo cierto liderazgo que a la larga la fue consumiendo.
De igual forma hay que decir que dedicó su última fortaleza de vida, lo que le quedaba de fuerza en su cuerpo y alma, a estar con nosotros. Y de esto estamos profundamente agradecidos. En el primer recital poético que hicimos, ella no asistió, pero envió una paloma blanca de porcelana fina y unas palabras de aliento. Luego arremetía con su pluma en el diario La Defensa, con expresiones sorpresivas y que muchas veces nos llenaban de alegría. Era así.
Y así como fue sorpresiva con su primer llamado telefónico y sus comentarios breves en los diarios, también tuvo mal carácter. Si bien es cierto en uno de sus poemas de “Lunallena” hacía alarde de su soledad maldita, llamando a sus amigos a que marcaran su teléfono (en el poema daba el número), en varias ocasiones la llamé y la conversación no duró mucho, porque se aburría y cortaba. O bien cuando ella llamaba, sus palabras eran brevísimas y había que estar atento a que en cualquier momento colgara sin dar un motivo razonable. Pero la explicación era su delicado estado de salud, su cuerpo delgado, su arquitectura débil y sus dolencias del alma. Amén a su creatividad, todo lo entendimos.
La relación de la escritora con el grupo surgido en la ex Universidad Técnica del Estado, duró precisamente lo que tuvo de vida esta agrupación literaria: dos años.
Intuyo que ella presentía que algo así ocurriría. Luego decidió encerrarse en su casa y no supe más hasta el día de su muerte, 11 años después.
Muchas cosas ocurrieron mientras tanto. La ex UTE cerró sus puertas y tuve que dejar la carrera que había comenzado. Los integrantes de la agrupación marcharon por rumbos diferentes, algunos al sur de Chile. Uno de los liceanos que había ingresado con deseos de trabajar por el grupo, un joven mirista, se suicidó ad porta de fenecer Desinencia.
El joven poeta de apellido Fabbiani, dos días antes de tomar aquella determinación, había ido a mi casa tal vez a despedirse, tal vez a reflexionar sobre problemas políticos y existenciales. No me encontró. Sólo supe de él después de su muerte.
Con estos poetas nacientes nos reuníamos en las plazas ariqueñas. La idea era salir un día de nuestro país a respirar aire puro, a arrancar de la depresión que nos carcomía momento a momento. En un instante pensamos en España. Otros días ideamos salir a Argentina. Nunca se concretaron esas ideas y las horas pasaron y los meses y los años, y nos fuimos quedando aprisionados en las paredes de Chile, desde aquellos años que transcurrieron rápidos como las aguas fluviales.
Otro de los puntos que golpearon nuestra existencia primaria, fue la escasa comunicación con el mundo exterior ariqueño. No eran los tiempos de ahora, no eran los tiempos del internet. Eran los tiempos del correo común, de las cartas que demoraban semanas en llegar, de los telegramas, de los teléfonos antiguos que no todo el mundo tenía.
Queríamos conocer otros poetas, otros jóvenes que se atrevieran a lanzar ideas en la extensa geografía chilena. Nana Gutiérrez estuvo con nosotros en esos momentos tenebrosos. Al paso de veintitrés años después de su muerte, la recordamos. Y guardamos un profundo silencio, de respeto.

jueves, 10 de abril de 2008

Escuela Municipal de Bellas Artes de Valparaíso y la plástica infantil y adolescente


Más de treinta alumnos de los talleres de plástica infantil y adolescente expusieron en el Edificio Consistorial de Condell 1490, en lo que corresponde a los trabajos 2006-2007 de la Escuela Municipal de Bellas Artes del puerto. Las artistas y maestras Luisa Ayala Pinochet y Orielle Bernal Correa, fueron las encargadas de montar la muestra que incluyó trabajos en acuarelas, óleo, técnicas mixtas, grabados y esculturas.

miércoles, 9 de enero de 2008

Nuevos poemas de CAM traducidos al portugués

Los trabajos fueron traducidos por el el poeta brasileño Antonio Miranda y aparecen (en página de A. Miranda)junto a otro grupo de escritores chilenos.




EL OLVIDO

Esto que tengo en las manos

que parece un periódico

no sé si es de este año

o del siglo pasado.

Veo sus páginas pero no distingo fechas.

Fueron borradas por lectores caníbales

y sus fotos arrugadas semejan perros durmiendo.

Tampoco distingo su nombre, como si el tiempo amonestara

a sus dueños.

Tampoco veo firmas de cronistas y avisos comerciales

fueron tapiados con piedras.

Pero si bien no sé su procedencia siento pasos

de hombres que caminan por sus páginas.

Y parece que fuera yo mismo diseminado en nada

arrugado en un olvido que sólo es sombra.





COMO LIBROS VIEJOS

Como libros viejos arrumbados en sótanos

envejecen combatientes.

Maderos se pudren bajo lluvia y en mercados

frutas cambian de sabores.

Estamos crucificados y miramos hacia el abismo

y como alas gigantes alzamos brazos en abandonos.

Pero todo renace sobre tierra

aunque las casas son tristes

cuando dejamos de habitarlas.





SI NO QUIERES


Si no quieres morir es mejor que no nazcas.

O de otro modo es mejor que nazcas trayéndonos

el misterio de la muerte.

Porque todos buscan nacer para inundarse de aventuras

y nadie en este mundo asume el mordisco de la nada.



Si tan sólo los recién nacidos nos trajeran el misterio de semillas,

de plantas que nacen bajo tierra

del soplo huracanado de los riscos.





NOS RELACIONAMOS

Nos relacionamos con todas las mañanas

pero cuando nacen voces escapamos asustados.

Buscamos agua en norias y queremos unos labios que nos besen.

Estamos sedientos de besos y de una voz que nos cobije.

Deseamos subirnos a los árboles para mirar desde arriba.



Cada cinco minutos buses traen miles de pasajeros

y en pisaderas los zapatos se contraen.

En medio del ruido de motores cráneos salen por ventanas.

Y desde una esquina semáforos lanzan colores indescifrables.



Nos relacionamos con mañanas y ruidos

pero cuando asoman voces parece que huyéramos.







TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda






O ESQUECIMENTO

Isto que tenho nas mãos

que parece um jornal

não sei se é deste ano

ou do século passado.

Vejo suas páginas mas não distingo datas.

Foram apagadas por leitores canibais

E suas fotos enrugadas parecem cães dormindo.

Tampouco distingo seu nome, como se o tempo advertisse

seus donos.

Tampouco vejo nomes de cronistas e anúncios comerciais

foram fechados com pedras.

Mas se não sei bem sua procedência sinto passos

de homens que caminha pelas páginas.

E parece que fosse eu mesmo disseminado em nada

enrugado em um olvido que é apenas sombra.





COMO LIBROS VELHOS

Como livros velhos amontoados em sótãos

envelhecem combatentes.

Madeiras apodrecem sob a chuva e em mercados

Frutas mudam de sabor.

Estamos crucificados e olhamos para o abismo

e como asas gigantes elevamos braços em abandono.

Mas tudo renasce sobre a terra

Embora as casas sejam tristes

Quando deixamos de habitá-las.





SE NÃO QUERES

Se não queres morrer é melhor não nascer.

Ou então é melhor que nasças trazendo-nos

o mistério da morte.

Porque todos tentam nascer para inundar-se de aventuras

mas ninguém neste mundo assume do mordisco do nada.



Se apenas os recém-nascidos nos trouxesse o mistério das sementes.

De plantas que nascem debaixo da terra

do sopro tremendo dos riscos.





NOS RELACIONAMOS

Nos relacionamos com todas as manhãs

mas quando nascem vozes escapamos assustados.

Buscamos água em cisternas e queremos lábios que nos beijem.

Estamos sedentos de beijos e de uma voz que nos ampare.

Desejamos subir nas árvores para mirar lá de cima.



A cada cinco minutos ônibus trazem milhares de passageiros

e em pisadores os sapatos se contraem.

Em meio ao ruído dos motores crânios saem pelas janelas.

E desde uma esquina semáforos lançam cores indecifráveis.



Nos relacionamos com amanhãs e ruídos

mas quando assomam vozes parece que estamos fugindo.





Página publicada em janeiro de 2008.

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Sobre ballenas y un libro Estimado amigo Carlos Amador Marchant: agradezco emocionado la mención que haces de mi novela en tu bella y emocionante crónica. Un fuerte abrazo desde España. Luis Sepúlveda(escritor) 24 de julio de 2010 15:03 ........................................................ Sobre ballenas y un libro Estimado Carlos: Gracias una vez más, por cierto, tu blog es uno de los pocos que merecen llamarse literarios. Es sencillamente muy bueno y tus crónicas son estupendas. ¿Las tienes reunidas en un libro de crónicas? Es un género que se pierde con el tiempo. Un fuerte abrazo desde Gijón, Asturias Luis Sepúlveda (escritor) 26-07-2010 ........................................................ Crónica "Dame de beber con tus zapatos". Luis Sepúlveda (escritor) dijo... Querido amigo, como siempre disfruto y me maravillo con tus crónicas. ¿Para cuando un libro? un abrazo Lucho (Gijón-España) 10 de julio de 2011 15:25 .................................................... Sobre Ballenas y un libro Fuertes imágenes de una historia y una matanza, y de un lugar, que sobrecogen. Con pocos elementos, pero muy contundentes, logras transmitir una sensación de horror y asco que no se olvidan. He estado en Quintay varias veces, y sé lo que se siente al recorrer las ruinas de la factoría; mientras uno se imagina los cientos de ballenas muertas infladas, flotando en la ensenada, en espera del momento de su descuartizamiento, antes de ser hervidas en calderos gigantescos e infernales, para extraer el aceite y el ámbar, tan apetecidos por la industria cosmética en el siglo XX , así como lo fue (el aceite) para el alumbrado callejero en el siglo XIX... Crónica muy bien lograda. Un abrazo. Camilo Taufic Santiago de Chile. 27-07-2010 ........................................................ Sobre "Los caballos y otros animales junto al hombre" Tus asnos, caballos, burros y vacas son otra cosa, por cierto, tan cercanos al hombre, tan del hombre. Te adjunto una vieja fotografía de dos palominos que tomé en las montañas de Apalachia, en Carolina del Norte, allá por el año 1983. Encuentro interesante y muy amena la manera en que hilvanas tus textos, siempre uniendo al tema alguna faceta literaria o cultural (en este caso, Delia del Carril, Virginia Vidal, Nemesio Antúnez, Santos Chavez). Hace tiempo te dije que no desistieras de tus crónicas, que van a quedar, y mis palabras fueron corroboradas recientemente por Lucho Sepúlveda cuando él te escribió a propósito de tu artículo Sobre ballenas y un libro: "Estimado Carlos: (...) Tu blog es uno de los pocos que merecen llamarse literarios. Es sencillamente muy bueno y tus crónicas son estupendas. ¿Las tienes reunida en un libro de crónicas? Es un género que se pierde con el tiempo. Un fuerte abrazo desde Gijón, Asturias. Lucho". Y eso digo yo también, que tus crónicas son estupendas. Te escribe desde Benalmádena, Málaga. Oliver Welden (poeta) 21 de agosto de 2010 ...................................................... Sobre "El corcoveo de los apellidos..." ¡Notable, muy bueno! Escribir sobre la configuración de su nombre, con esa transparencia en el decir es algo que se agradece, precisamente en un pequeño universo donde lo que más pareciera importar es "el nombre". Además, esas referencias a los escritores nortinos siempre son bienvenidas, pareciera que no siempre ellas abundan en la crónica y crítica nacional. Ernesto Guajardo (Valparaíso-15 noviembre-2010)

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