miércoles, 8 de diciembre de 2010

Donoso perpetuo



Donoso perpetuo
Escribe Carlos Amador Marchant


Escuchaba una canción de hace tal vez década y media. En ella se hablaba sobre el corazón hecho pedazos, de tristeza, de algún sufrimiento terrible en los caminos recorridos. Esto mismo me trae preguntas, consultas sobre la tenacidad del hombre, aquel que quiere culminar sus días con metas, con programas.
“El corazón hecho pedazos” está en todos los rincones aunque queramos eludirlo. Pero la tragedia, aquella que persigue, que está acá escondida, que aparece y desaparece y luego se vuelve a instalar, tiene olor a maldición.
Frente a este panorama me sitúo en los personajes de la última novela de nuestro José Donoso (la última que entregó a editoras, que quede claro), quien, además, meritoriamente la culminó en los momentos en que su cuerpo ya se encontraba desgastado por la enfermedad, en los instantes en que la muerte pisaba talones. Y sin embargo, mantiene él esa férrea vocación (celebrada por cierto) de quien culmina sus días sin dejar su pasión de siempre: la literatura. Me irritan, me neurotizan, me asfixian, permítanme decirlo, aquellos escritores que “tocan techo” tempraneros, los que más allá de grandes premios, culminan sus días sin escribir más o escribiendo con calidad ínfima. No es el caso de Donoso, quien nos deja como herencia, precisamente, constancia y vocación.
Pepe Donoso subía penosamente las escaleras de su estudio del tercer piso para coger sus escritos, para estampar una sílaba más, para decir que se avecina lo desconocido y por lo tanto hay que terminar en buena forma lo que se ha programado.
Este Donoso del final me es infinitamente extraño, se expande hacia lo onírico. Pero lo observo casi gateando por las escaleras, sorteando, desafiando a la muerte. ¿En qué pensaba este hombre en esos últimos días, más allá de su vida hecha a trazos, desviando caminos y enderezándolos más tarde?
Pensaba, (pensó) seguramente, en lo que estuvo viendo desde siempre y lo que no tuvo a su diestra. Fue un hombre, ya lo sabemos, que venía de una estirpe de profesionales, doctores, arquitectos, es decir, de una familia de clase acomodada. Él, lejano, por cierto a Joaquín Edwards Bello, aquel de los juegos, de las mujeres, del estar acá y allá, creo, a la larga, mantiene algo de su dicotomía.
Quiero concentrarme (repito) en el Donoso subiendo las escalas de su despacho, ad porta de su muerte. Entiendo, entonces, que aparecen demonios que él quiere estampar.
Primero, los desaparecidos, que tienen que ver con la dictadura. Aquéllos que fueron lanzados desde helicópteros, aferrados, maniatados con alambrepúas, importándoles un carajo la sangre.
Donoso se diversifica, trata de buscar otros cánones, pero en el fondo los fantasmas lo persiguen, los mismos que hicieron de su vida una tentación juvenil de vivir a lo loco y luego ordenarse.
Lo sigo viendo buscando sus escritos finales, rescatándolos.
Su viaje a Lota en la década de los ochenta lo concentra en esta relación de los desaparecidos, sólo que esta vez se trata de mineros que se pierden para nunca más volver tras un derrumbe. La tragedia y la maldición a la que hice alusión al comienzo de esta crónica está personificada en La Elba, aquella mujer que no está acostumbrada a mentir, subyugada en ese mundo de machos bravíos de los mineros, tratada como “Animal-hembra (Alicia Galaz): “Anoche, cuando con el amor de Antonio mi cuerpo comenzó a desentumecerse para esbozar una réplica, alcancé a vislumbrar la silueta de mi placer, bosquejada apenas en mi horizonte. Para alcanzarlo me abandoné, agitándome bajo él, que me pegó un bofetón: que no me moviera, me mandó. No te quejes. No me manosees. No goces. Yo soy el que estoy culeando, no tú. Tú no eres una puta para que te revuelques en busca de tu placer. Recibe mi placer: eso tiene que bastarte”.
Donoso nos transporta por pasajes del presente-pasado y a la inversa. Trata de confundirnos, pero nos lleva de la mano al mundo que él quiso estampar en su final creativo y nos enlaza.
Estamos hablando de la maldición de la Elba, aquella mujer pisoteada por el machismo, reducida hasta la torpeza, la misma que baja a la mina para llevar un miserable mensaje a su marido, a la mina donde no podía bajar ninguna mujer porque la maldición acechaba.
Más tarde “Toño”, su hijo, rescatando los ropajes, gorros de lana y cualquier objeto de su padre Antonio Alvayay Medina, para darle una sepultura que albergara por lo menos sus recuerdos (sin cuerpo).
He sentido admiración y me he deleitado viendo y escuchando a Donoso en distintas entrevistas realizadas por periodistas españoles, tras instalarse en ese país en 1967.
Cuando releo los personajes de “El Mocho”, la Elba sumida en maldición con el cabello impregnado de murciélagos que se le aferraban al cuero cabelludo, el circo pobre de la Bambina, Arístides y su miserable personalidad, las imágenes de la pobreza desgarrada en las zonas del carbón, en fin, los personajes, casi todos embadurnándose en la tragedia, uniones que culminan en desamparos, el Mocho cayendo de un tren quedando descuartizado, sin piernas; la gente tratando de acoplarle éstas a su tronco, la bambina atropellada en pleno centro de la capital, el mismo Mocho terminando sus días como un cuchepo por las calles de Santiago, traen, sin duda, el sabor de alguien que quiso escribir o describir la vida a su forma, tal vez haciendo un retrato, una escenificación de lo que percibió dejando la dicotomía y haciéndose parte de los submundos.
Los fantasmas que persiguen o persiguieron a este autor salido de una familia acomodada se hacen latentes, más latentes en sus días finales.
Hombre de éxitos este Donoso, habla en vida de sus constantes dolencias cuando trataba de escribir “El obsceno pájaro de la noche”, de su úlcera maldita. Fuma un cigarro a medida que le interesa el tema que aborda. Regresa a Chile en la década del 80 y crea su famoso taller que albergó a la mayoría de los literatos jóvenes que forman el llamado boom chileno, aunque de ninguna manera dejaría de lado a otros notabilísimos novelistas que no salieron de su alero y que hoy triunfan en el extranjero.
Con todo, aun cuando el corazón esté hecho pedazos, en José Donoso me atrajo su acción de vida, la tenacidad del hombre, aquel que quiere, como lo dije al comienzo, culminar sus días con metas, con programas que van más allá de lo corporal, más allá del soplo que representa nuestro tránsito por la tierra, el insomnio de sentirse ajeno a paredes reales, el existir en un sitio ajeno al que aspiraba.


editor

martes, 30 de noviembre de 2010

Poema "El Olvido" traducido ahora al inglés por Oliver Welden



Mi querido amigo Carlos, te adjunto esta traducción de tu poema El olvido, en el día de tu cumpleaños, hoy 29 de noviembre de 2010, para que acompañe la traducción que ya se ha hecho al portugués. Curiosamente, en una entrevista que me hiciste para tu Revista Extramuros (Enero 2008), te hablaba del olvido, en relación al recuerdo y la memoria, y te decía que "hay una tremenda palabra en inglés que explica este concepto: oblivion. Que no es sólo olvido, sino caer en el olvido y pasar a la inconsciencia, desaparecer". Tu poema es justamente eso. Mis saludos. Tu amigo de siempre, Oliver Welden.


Oblivion

Carlos Amador Marchant

What I have in my hands,
this that looks like a newspaper,
I don´t know if it´s this year´s
or from the last century.
I can see its pages but can´t make out dates.
They were erased by cannibal readers
and its rumpled photographs resemble sleeping dogs.
I can´t tell its name either, as if time admonished
/its owners.
I can´t see the names of the columnists either,
/and the advertising
has been walled in with stones.
But although I don´t know where it´s from I hear
men´s footsteps walking through its pages.
And it seems as if I have been scattered into nothing,
crumpled into an oblivion of shadows.

(Traducción de Oliver Welden)


EL OLVIDO
(Carlos Amador Marchant)

Esto que tengo en las manos
que parece un periódico
no sé si es de este año
o del siglo pasado.
Veo sus páginas pero no distingo fechas.
Fueron borradas por lectores caníbales
y sus fotos arrugadas semejan perros durmiendo.
Tampoco distingo su nombre, como si el tiempo amonestara
a sus dueños.
Tampoco veo firmas de cronistas y avisos comerciales
fueron tapiados con piedras.
Pero si bien no sé su procedencia siento pasos
de hombres que caminan por sus páginas.
Y parece que fuera yo mismo diseminado en nada
arrugado en un olvido que sólo es sombra.


editor

martes, 16 de noviembre de 2010

Sobre Carlos Amador Marchant




CARLOS AMADOR MARCHANT
Poeta y escritor
Nace en Iquique en 1955
Radica en Valparaíso desde 1995



CARLOS AMADOR MARCHANT
, comienza sus actividades en el campo de la palabra escrita el año 1972, oportunidad en que frecuenta la ex Universidad de Chile de Arica, realizando diálogos y logrando asesoramientos por parte de los poetas Alicia Galaz Vivar (fallecida en 2003 en Estados Unidos) y Oliver Welden (radicado en la actualidad en Europa).
En 1974 funda y dirige en la ex Universidad Técnica del Estado de Arica (Primera Región), el grupo literario “Desinencia”. La agrupación aúna a más de quince estudiantes que logran encaminarse en la creación, publicando opúsculos y realizando muestras poéticas en liceos y campus universitarios.
El mismo año, inicia su labor como cronista en diarios de la época: “La Defensa” y “La Concordia” de Arica y “El Tarapacá” de Iquique. Estando en la misma universidad edita el opúsculo de poesía “Poemas”, muestrario de sus primeros trabajos y luego “Poemas Inolvidables”, publicado por el Departamento de Extensión y Comunicaciones de la ex Universidad del Norte de Arica.
En 1975 realiza dos recitales poéticos en las ciudades peruanas de Tacna y Arequipa, invitado por la Casa de la Cultura de ese país.
En 1976 inicia una serie de contactos con el mundo literario del Norte Grande, tratando de aunar a las nuevas generaciones de escritores de la zona. En la oportunidad, se contacta con agrupaciones de Iquique, Antofagasta, La Serena, realizando charlas y conversatorios relacionados con el tema de la escasez de apoyo a los nuevos creadores. Logra conocer y dialoga con los poetas y académicos Mario Bahamonde y Andrés Sabella.
En 1977 publica el libro poético “Pisando Tierra”, ediciones Nueva Línea, Santiago de Chile, comenzando un fuerte trabajo de difusión cultural en prensa escrita y programas de radios.
En 1979 gana el premio nacional de poesía en el IV Certamen de Literatura de la ex Universidad del Norte de Antofagasta. Siendo uno de los jurados el poeta Andrés Sabella, la obra ganadora es “Galpón de Redes Marinas”, considerada posteriormente en la “Antología del Norte”, editada por la Universidad Arturo Prat en 1998, como “uno de los mejores poemarios editados durante el último cuarto del siglo veinte en la zona norte del país”. “Galpón de Redes Marinas” tiene su primera edición en 1980 (Editorial de la ex Universidad del Norte de Arica), y una segunda en 1994 (edición particular). En mayo de 1981 la revista “Paula” dedica a esta obra una página completa, y Delia Domínguez se refiere al autor como: “Creador nato, un artista más allá de toda formulación empírica, el poeta más natural y sencillo que he leído últimamente, y ahora su ubicación en la literatura chilena”. En su segunda edición (1994), Hugo Montes se refiere también a esta obra.
En 1983 publica el libro de poesía “Después de mi Casa”, en la editorial de la Universidad de Tarapacá de Arica. Ese mismo año con el afán de unir y proyectar a los escritores del norte, funda y dirige la revista internacional de poesía “Extramuros”, incluyendo en sus páginas a todos los escritores emergentes (generación del 80) desde la primera hasta la cuarta regiones. La publicación editada en la imprenta Santa María de Tacna, Perú, logra intercambios literarios con homónimas de Argentina, Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay, Venezuela, México, Cuba, España, Portugal, Inglaterra, Suecia, Alemania. La revista, que además circuló por todo Chile, alcanzó 10 números hasta 1985.
Desde 1982 hasta 1985, se aboca a un intenso trabajo de difusión cultural. Crea el programa radial “Rincón”, que se transmite en radios en F.M. por más de una década. Difunde a los poetas y escritores, pintores, escultores, gente de teatro, de la danza, de la música. En 1983, preocupado por la falta de apoyo a los creadores, haciendo uso de una acción de arte, se crucifica en la Playa El Chinchorro de Arica, manteniéndose por espacio de ocho horas atado a un tronco de cinco metros de altura. El hecho ocupó primeras planas en los diarios de la época: El Mercurio, La Segunda, Las Ultimas Noticias, en radios nacionales, de América y Europa.



PEREGRINAJE POR CHILE

En 1985 Carlos Amador Marchant se establece en Santiago de Chile. Sus trabajos comienzan a aparecer en diversas revistas del país y el extranjero. Se contacta con sus pares de la generación del 80, participa en recitales, conversatorios.
En 1986 viaja a Puerto Montt manteniéndose en esa ciudad hasta 1988. Se desempeña como encargado de cultura del Centro de Promoción Social (Cenpros). Retoma su accionar en la difusión cultural en radios de la Isla de Chiloé y Osorno.
Regresa al norte (Arica) en 1989 y funda la revista de literatura regional “El Ojo”. Desde 1990 hasta 1995 se desempeña como periodista acreditado en el diario La Estrella de Arica retomando, además, el programa radial de difusión cultural “Rincón”.

SU LLEGADA A VALPARAISO

En mayo de 1995 se establece en Valparaíso. Al año siguiente gana un proyecto (en Santiago) del Centro Nacional de Readaptación Social de Gendarmería, siendo pionero en realizar talleres literarios para reclusos en Valparaíso, Limache, Quillota y Casablanca, manteniéndose en este quehacer hasta 1998.
En 1999 gana mención en el concurso nacional de poesía Municipalidad de San Felipe. La misma obra poética “Alone Again” es galardonada en el Concurso de Publicaciones Literarias del Gobierno Regional de la Quinta Región, siendo editada a fines del mismo año.
El 2001 vuelve a ganar el Concurso de Publicaciones Literarias del Gobierno Regional de la Quinta Región, con su novela “Los Cururos de la Santa María” , publicada el mismo año. A fines del 2002 por tercera vez se le otorga el premio en el mismo concurso, con el ensayo “Barquero en el Puerto” , tras haber entrevistado al destacado poeta nacional Efraín Barquero (2001) en su breve estada en Valparaíso, luego de no otorgársele a este autor el Premio Nacional de Literatura. Barquero gana ese premio, finalmente, el año 2008.
Carlos Amador Marchant, fue presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), Versión Valparaíso (período 2003-2007).

Premios:
1.- Premio nacional de poesía (Universidad del norte Antofagasta-1979).
2.- Premio Gobierno Regional Valparaíso (poesía-2000)
3.- Premio Gobierno Regional de Valparaíso (novela-2001)
4.-Premio Gobierno Regional de Valparaíso (ensayo-2002)
5.-Premio nacional de poesía Municipalidad El Bosque-Santiago (2005)

Obras publicadas hasta la fecha:

“Poemas” y “Poemas Inolvidables” (opúsculos) 1974
“Pisando Tierra” (libro de poesía, 1977-Santiago de Chile)
“Galpón de Redes Marinas” (libro de poesía, premio nacional de poesía Universidad del Norte de Antofagasta. Obra editada en 1980-Universidad del Norte de Arica y reeditada en 1994 en edición personal)
“Después de mi Casa” (libro de poesía, 1983-Universidad de Tarapacá-Arica)
“Alone Again” (libro de poesía, premio Gobierno Regional de la Quinta Región. Obra editada en 1999-Lom)
“Los Cururos de la Santa María” (Novela, premio Gobierno Regional de la Quinta Región. Obra editada en 2001)
“Barquero en el Puerto” (Ensayo, premio Gobierno Regional de la Quinta Región. Trabajo editado en 2002).
“Hijo de Sastre” (Poesía 2010) en versión digital.

* Fue fundador y director de la revista internacional de poesía “Extramuros” (1982-85, ahora en formato digital), además “El Ojo” (1989) , revista regional de literatura Primera Región.

Mantiene los siguientes inéditos:


"Entre percha y percha" (poesía)

“La Muerte Viene en Carta Clandestina” (novela)


“La Magdalena duerme en la playa” (novela)


“Seis ojos en lipiria” (Teatro)


“La Mami Marta” (Teatro)


"Tiempo de botellas" (teatro)


"En las redes" (breve guión cinematográfico).


"Cuentos diversos". (Selección de cuentos)


"La vida en crónicas" (selección de crónicas)




editor

sábado, 13 de noviembre de 2010

El corcoveo de los apellidos y las buenas o malas pasadas



El corcoveo de los apellidos y las buenas o malas pasadas
Escribe Carlos Amador Marchant


Con algo de sonrisa, con la picardía del huaso, aunque soy del desierto, de la sal, de los peladeros y piedras, traeré al presente un pasado (rememorāre en fiel latín), pero esta vez de mi nombre, aquel que sale en las portadas de los libros..
Desde aquí comienza una larga historia, enredada entre satisfacciones, exclusiones y hasta distanciamientos.
Primera vez que hago esta especie de ejercicio y espero no caer en lo fatuo y personalista.
Por cierto ya saben mi nombre y aunque no se hace necesario repetirlo, lo expondré para darle el contenido a esta crónica: Carlos Amador Marchant Crespo. Tal como ustedes lo leen, así firmaba mis primeros artículos literarios aparecidos en 1974. Diarios para recordar: “La Defensa”, “La Concordia”, ambos de Arica-Chile.
Nana Gutiérrez, la antipoeta de esa misma ciudad, quien se atrevía a lanzar flechas y dardos a cuanta poeta apareciera: “Han de saber ustedes/que no hay nada más deplorable/nada más fastidioso/ que las señoritas poetisas/Estas señoritas han invadido el mundo/han invadido los círculos literarios/han hecho morir del corazón, a varios catedráticos./ ........ », fue la primera en gritarme por teléfono : ¡¡Acorta el nombre, hombre, acórtalo !!.
Decía, entre otras cosas, que ningún lector se acordaría del autor de tales escritos. Me pedía, por consiguiente, eliminar por lo menos un apellido o un nombre: ¡Hazlo de prisa !, gatillaba.
Largas noches estuve meditando sobre esto. Surgió la idea, entonces, de firmar como « Carlos Marchant », pero curiosamente por esos años un tipo con ese mismo nombre había sido detenido por robo (esto salió en la prensa). Aconteció este hecho un día que me ausenté de la universidad, y los malintencionados, los curiosos de siempre, pensaron que el ladrón pude haber sido yo. Razón más que fundamentada para olvidarme de esta opción. Además, al revisar la agenda telefónica logré percatarme que existían cientos de hombres con estas mismas señas.
Las horas siguieron y surgió el « Amador Marchant », pero no quise mancillar el sello de mi padre ni unirlo a la categoría de poeta. Él era un sastre, un honorable sastre. Cuento final, opté por fusionar dos nombres con el apellido paterno. De esta forma quedaba excluido el materno con millones de explicaciones a mi progenitora, quien logró entender la situación. Así firmo hasta estos días.
La Gutiérrez, obviamente, fue la primera en felicitarme. En los diarios vio un nuevo registro y con palabras retumbantes me dio a conocer su alegría por el teléfono : »¡Qué buen nombre, hombre, qué buen nombre !!!! », ametrallaba.
Sin embargo, todo no fue color de rosas.
Comencé a percatarme que el régimen imperante introducía registros con apellidos extranjeros en poesía, poetas que aparecieron, que dieron recitales y que nunca más se supo de ellos. Algo así como pequeños o grandes estafadores del arte. La idea era que la fuerza que ejercía la poesía, sus mismos exponentes, desaparecieran. No ocurrió así. No lo lograron. No se pudo. Los creadores se fueron a las peñas, a pequeños lugares de tertulias, se comunicaban por correo, crearon revistas, hasta formar la generación de ese tiempo, la del ochenta.
Entonces, y volviendo atrás con el tema, me percato que algo no funcionaba al exterior.
Si bien yo compartía con todos los poetas de la época (noches y hasta amanecidas con seviches y vino tinto), veo con nostalgia mi nombre extraviado en el entorno. Había conseguido un trabajo menor en la universidad, en la biblioteca del campus Saucache. El resto de los jóvenes creadores eran cesantes. Alguien me dijo por ahí: « nosotros estamos en las peñas, tú trabajas con salario mensual ». Muy cierto, aunque tampoco era correcto establecer una moda en donde todos los poetas estuvieran sin trabajo. La respuesta a este « fenómeno » vino al comenzar 1985. La CNI me detiene junto a otro vate y me lanzan a la calle al finalizar ese mismo año.
Mi nombre se unió a otros que aparecían en el concierto literario del norte : Muñoz (Mayo) ; Rojas (Walter) ; Ayala (Juvenal); Martínez (José); Faúndez (Florencio) ; Volantines (Arturo), pero el mío era (tal vez) el primero que salía a la palestra con la fusión de nombres. El tema, por lo demás, es que sonaba siútico. Muchos, sin conocerme, creo, también percibían esta especie de siutiquez.
Me lo confirmó una locutora de la radio Universidad del Norte en 1974.
Fui citado para ser entrevistado a las cuatro de la tarde de un lunes. Era un día importante para mí. Me gustaban las entrevistas. Ahora no tanto.
Unido a este placer de estar en los micrófonos, llegué media hora antes a la emisora. En esos días era yo un tipo delgadísimo, de aquéllos que se les salían los huesos por los codos, y al mismo tiempo de rostro y pómulos prominentes que eran tapados por una melena azabache que llegaba hasta los hombros. Gustaba usar camisas arremangadas y sueltas de la cintura. Es decir, todo un « gentleman » para la delicada audiencia del momento.
Establecido frente a la oficina de administración radial, se acerca la locutora y con asombro en sus ojos pregunta en qué podía servirme. Le respondí que había sido citado para una entrevista. Cuando le dí mi nombre, y puesto que sería ella la encargada de entrevistarme, pone cara de espanto y nada se guarda, como la típica fémina que lo quiere decir todo en segundos : « ¿Verdad que es usted ?. Pues me lo imaginé alto, corpulento, rubio », sin dejar de exponer una sonrisilla acelerada y nerviosa. Por mucho tiempo no pude descifrar si quiso alabarme u ofenderme. Sólo atiné a responder: « Es lo que hay »
Comprendí que « en cosas y casos de nombres hay mucho que escribir ».
Existen cientos de anécdotas sobre esto. Es decir, como dije anteriormente, no todo fue color de rosas.
Sin embargo, con el tiempo he llegado a querer este registro. Incluso, hasta el extremo si alguien me margina un nombre y pone, por ejemplo, « Carlos Marchant », soy capaz de excomulgarlo de estos territorios de camanchacas. Acaso, he gritado con leves sonrisas (guardando las proporciones, por cierto): « ¿Sería lo mismo si llamamos al Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez, como un común « Juan Jiménez » ?

(El autor del artículo en la década del 80)

Por el año 1992 visitó varias veces Arica un poeta que en la década del 70 había sido incorporado en las páginas de la importante Revista Tebaida. Estuvo en mi casa, caminamos por las calles de la legendaria ciudad desértica. Era un conversador impenitente y devorador de libros como quien no ha probado un bocado en meses. Pasaba de un tema a otro con su voz cantarina y nasal. Era pequeño y delgadísimo y a veces hasta enjuto. Nos percatamos un día que ambos habíamos nacido en Iquique y además teníamos el mismo signo en los bolsillos: sagitario. Por esos días yo conducía un programa radial de arte y en varias ocasiones lo llevé para entrevistarlo. El tiempo se hacía escaso con las anécdotas que pasaban desde la época universitaria, la generación del sesenta y las miradas hacia la poesía nortina. Era, sin duda, todo un personaje sapiencial, y al mismo tiempo alguien que estuvo sin trabajo décadas y décadas. Tebaida, la revista internacional, tuvo la sabiduría de seleccionar bien a quienes incluía en sus páginas.
Pero en materia de nombres, de apellidos, que es el tema que convoca a esta crónica, ha quedado en la historia literaria (poco conocida en el macro de la sociedad) uno de los pasajes de este poeta y su nombre.
En la Universidad del Norte de Antofagasta, cuando los aparatos represivos (1974) comenzaron a buscar a jóvenes intelectuales, muchos de ellos desaparecidos sin poder hasta la fecha encontrarse sus cuerpos, como es el caso del poeta Ariel Santibáñez , las hordas militares ingresaron a los pasillos, a las salas de la casa de estudios. Perseguían, entre otros, a un individuo supuestamente peligroso. Entonces gritaban por todos lados: ¡Buscamos a Guillermo Ross Murray! .Los estudiantes se parapetaban pero todos guardaron silencio. Los matones represivos perseguían (sin conocerlo) a un hombre alto y de presencia gringa, y como en medio de la turba no había nadie con estas características, Guillermo Ross-Murray, el mismísimo, se abrió paso frente a los ojos de los militares y se hizo a la calle.
Amigo entrañable de Ariel Santibáñez, no corrió ese mismo destino. Su estructura física citada anteriormente, lo salvó de las torturas y tal vez del desaparecimiento.
Ross Murray (1944) en estos días trabaja en una biblioteca del puerto iquiqueño y se ha transformado en todo un personaje regional. De intelectual, poeta y dramaturgo, hoy es un historiador capaz de guiar a los más recónditos sitios del puerto, señalando los pasos de la historia de la ciudad. Conoce la casa donde cenó el Presidente Balmaceda antes de iniciarse la Guerra Civil del 91, el nicho del único obrero del salitre sepultado, porque el resto, los casi tres mil fusilados, fueron lanzados a fosas comunes.


Triángulo


Voy quedando sin amigos
como mi madre
de años por vivir

Nada se puede
hacer; mirar
solamente
mirar.
(uno de los primeros poemas de Guillermo Ross Murray (1969-ediciones Mimbre)

Guillermo Ross Murray en la actualidad, en la Biblioteca Alonso de Ercilla.
(ajadas hojas interiores de la Revista Tebaida, donde aparecen poemas de Guillermo Ross Murray,en la década del 70)

El sociólogo Bernardo Guerrero dice de él: “Profesión poeta, Rut y domicilio desconocidos. No se fíe de sus apellidos, a la hora de conocerlo. Hágale caso mejor a la leyenda. Tiene sólo cien libros. Y cuando recibe otro (no es su hábito comprarlos) regala uno. El asunto es que su cábala es el número cien. Dicen que tiene un cuaderno con todos los chistes que se han hecho sobre los militares después del once. Para él todos son imbéciles que hay que desasnar. Todos los jueves escribe cartas que el día viernes echa al correo. Resistió estoicamente al mundo del trabajo. Hoy trabaja en la Biblioteca Alonso de Ercilla. Lee diarios antiguos y le pagan por eso. Un privilegio. Habita la bóveda donde se almacena la historia de Iquique. Tiene una concepción del tiempo inversamente proporcional al del neoliberalismo. Te detiene en cualquier esquina para monologar sobre lo humano y lo divino. Es el poeta eterno de Iquique. Una calle de la caleta-mall-puerto espera por su nombre. Esopo nació en Iquique y Guillermo Ross Murray, pena por él”.
Hay que agregar que casi siempre es jurado de eventos literarios de la zona y los estudiantes lo reclaman en sus charlas. Guillermo es un personaje.
La confusión o lo extraño que produce o lleva un nombre, son asuntos que dan para escribir sin parar.
En el campo del sur austral de Chile, en aquellas casas separadas por kilómetros, en la selva helada, un individuo se llamaba (se llama) John Stewars. Es un personaje que incluí en una de mis novelas inéditas y por corregir. Por años quise conocer al gringo porque se hablaba mucho de su sabiduría al montar los caballos. Un día, cuando dejó de llover, di rienda suelta a mis deseos. Llegué a una choza pobre y rodeada de musgos. Era, en todo caso, el sitio que me habían señalado. Antes de golpear el portón maltrecho de la vivienda, desde la parte trasera observé que se acercaba un hombre. Le grité que buscaba a John Stewars y no dijo nada hasta estar a unos centímetros de mi rostro. En medio de la tarde húmeda, me mostró su boca desdentada y su olor a tierra y animales. Vestía unas botas de goma y su camisa estaba desgarrada. Entonces, con su voz de campesino cordillerano y analfabeto, por fin dijo unas sílabas: “Soy yo…mande usted”.
Es decir, en cosa de nombres hay mucho papel en blanco. Los apellidos, sencillamente, a veces nos juegan una buena o mala pasada.






editor

jueves, 28 de octubre de 2010

HIJO DE SASTRE (obra poética 2010 en versión segmentada)




HIJO DE SASTRE


Autor: Carlos Amador Marchant
2010


Registro de Propiedad Intelectual
180660

(Versión digital)


                                                                       PRÓLOGO


HIJO DE SASTRE O POESIA DE LA EVOCACION
Por Aristóteles España
Valparaíso, octubre 2008
Carlos Amador Marchant es uno de los más importantes poetas chilenos de su generación. Su poesía refleja un tiempo histórico con hablantes desesperados que buscan una salida en diversos tipos de túneles, los del alma y aquellos que la historia tiene oculta en sus bibliotecas ancestrales, en lo más profundo de la memoria de nuestro pueblo.
Oriundo de Iquique en el norte chileno, sus lecturas y evocaciones nos recuerdan a Oliver Welden, a su amigo Andrés Sabella, sobre todo en los instantes en que el poeta camina por las calles y recuerda a su hermana Cristina que siempre pensó en la muerte y se fue de este mundo derrotada por una enfermedad de la cual no pudo salvarse.
Poesía de la evocación, de un tiempo que fue, a la manera de Jorge Teillier y Efraín Barquero, dos referentes ineludibles de su obra, de sus argumentos, de sus sueños y de la construcción verbal de su imaginario poético.
Por sus poemas los años corren como potros, dice, mientras juega a mentir junto al olvido. Este tema de difícil abordaje tiene como eje “El Cuervo” de Poe quien tomó el Haiku “donde haya hombres habrá moscas y habrá Budas también” de Kobayashi Issa, un poeta japonés del siglo XVII cuya vida transcurrió en una cadena llena de momentos tristes y de viajes continuos fuera de su región natal como es el caso de Carlos Amador Marchant quien desde el desierto chileno ahora vive frente al mar y los cerros de Valparaíso, uno de los puertos más importantes del Océano Pacífico donde escribe poemas, publica libros y edita un blog en Internet con poesía de autores de la ciudad que lo acogió y donde vive exiliado evocando sus patrias personales, y a su norte geográfico.
El marco referencial es la soledad en lugares remotos, casas que se mueven y fantasmas intrusos, migas de pan dormitando en la mesa y la presencia constante de la muerte y de ventanas con olor a aire mustio.
Particular ensoñación tiene el poema “Sastrería” dedicado a su padre Amador Marchant Montenegro. Por un lado, la contemplación del oficio, la mirada del niño que pasea por el lugar de trabajo de su padre y lo compara con una plaza despoblada, con un pan escondido, con ternos que cuelgan como hombres ahorcados.
Este texto es como el arte poética de este libro. En algún momento nos imaginamos a Jorge Manrique con “Coplas por la muerte de su padre”. El tono de elegía empleado por Marchant tiene la forma de un poema de duelo en su estructura semántica ; se trata de un ser querido, su padre. En la Edad Media los clásicos lo llamaban “endecha” o “planto” a este tipo de poema.
Notable es la descripción poética de la sastrería con el niño hurgando “aún antes de haber nacido” y “porque aquella sastrería era húmeda como orilla de océano”. De ahí, por la construcción verbal de su mundo, se desprenden los tonos melancólicos de su poesía.
Rilke decía que la formación literaria del poeta proviene de los recuerdos más íntimos de la infancia y he aquí un ejemplo de ello.
Por eso soy cabizbajo cuando hablo. 
Por eso esta luna gris se desplaza por mis hombros”.
Otro tema interesante en este hermoso libro es el desdoblamiento y que los cambios del ser, son producidos por fuerzas externas como las “causalidades”. “Nadie cambia de la noche a la mañana”, plantea, “Nadie quiebra un vidrio con los dientes, nadie puede cambiar el color de su sangre”. En cambio sí es posible cambiar seis huesos por alpargatas, o dos kilos de carne por una camisa, o cambiar de casa, o intentar cambiar el color de su piel como el cantante norteamericano Michael Yackson.
El eje de las causalidades indica que “cada acto humano tiene su consecuencia, que hay un eco sistema en el cual nada queda librado al azar y que por lo tanto nos compromete integralmente”.
En “Hijo de sastre”, nada es producto del libre albedrío ni del azar, los senderos de la memoria nos llevan a una casa iluminada y el autor nos muestra lo que es capaz de producir un artista con oficio, lecturas y un manejo del lenguaje que lo destacan en la poesía chilena actual y de siempre.
Su libro está instalado en el sistema literario de nuestro país como uno de los grandes aportes a nuestra literatura de los comienzos de siglo XXI, aunque Carlos Amador Marchant nació en la mitad del siglo XX en un Chile convulsionado política y culturalmente y ya con un Premio Nóbel (Gabriela Mistral), instalado en nuestra historia contemporánea.







Mi hermana Cristina siempre pensó en la muerte

Mi Hermana Cristina siempre pensó
en la muerte
en cómo los años van cambiando
a los seres
y en los ríos que pasan y vuelven
y en los ojos nuevos y los ojos viejos
y pensó en los rostros que cambian
en las voces que cambian en los pasos
que cambian y en los jóvenes y en los viejos.

Cuando caminaba siempre miró a lo lejos
como si más allá encontrara
el camino elegido.
Y a cada centímetro siempre pensaba en la muerte
cómo será
qué se sentirá dentro de un cajón frío y húmedo. Se preguntaba
sobre el pecado de los hombres
el terror de buscar el sustento
la espera de la noche para despertar mañana.

Esperaba los buses siempre con mirada lejana
como si alguien le hablara de lugares remotos.

Y hablaba bajito
con la timidez de los que no quieren su casa.

Mi hermana Cristina siempre se preguntaba sobre la muerte. Y murió
acuchillada por una diabetes sin recibir respuestas.
Su casa quedó solitaria
y en los rincones parece que camina.
Mi hermana Cristina está ahora junto a los muertos
roncando en un cajón frío y húmedo.
Y ahora debe preguntarse sobre la vida
en cómo será y qué mierda hay que hacer para volver a ella.


De los Sueños Confusos


Alistarme para atrás mirando el espejo por la espalda
Un día salí a buscar
mis zapatos.

Contraje matrimonio con paredes de mi pueblo
Y entre el llanto de las guaguas abrí caminos al olvido.
En medio de la noche pensé en un sueño
Que nunca tuve y que sigo soñando.
Y en ese sueño descubrí que los prados no son prados
Y que las cloacas de mi pueblo son semáforos en verde.
Y que en medio de trigales las arañas dialogan en cómo robar un banco.
Y en ese sueño caminaban también caballos y la historia.

Y vi en el sueño que nunca tuve y que sigo soñando
Al dirigente campesino al dirigente de masas de los árboles
Enarbolar sus discursos efusivos gritando a los cuatro vientos
Que compañeros y camaradas que el trabajo trabajoso de los trabajadores
Que los salarios salariales de los asalariados
Que las casas que se derrumban derrumbadas
Que las mujeres femeninas del feminismo
Tenían que estudiarse en el mundo porque el mundo
Se cae compañeros y trabajadores trabajosos
Y frente al desamparo es mejor que nos unamos uniéndonos.

Y contraje de nuevo matrimonio con las paredes de ese pueblo en derrumbe
Y vi el mundo al revés de estos ojos sin salarios
Y ví a las mujeres del barrio alto comprar perfumes en cloacas
Y a las mujeres de las cloacas de mi pueblo entrar a perfumerías del barrio alto.
Y vi al hombre en ese sueño que nunca tuve y que sigo soñando
Sentado en las plazas sin escaños y entre murmullos de palomas
Vi al potro sin vías sin tierras sin jinete.
Y en subterráneos de las ciudades donde ratas se reparten la muerte
Encontré el dinero de los adinerados
Y en los Bancos poderosos del mundo un pingüino tomando el sol.

Y en los charcos vi a hermosas rubias oliendo excrementos
Y las grandes perfumerías se transformaban en alcantarillas deshonestas.
Encontré a los negros bailando encima de las mesas
Y a las prostitutas engalanadas con trajes millonarios.
Y en las plazas sin escaños las palomas comían de boca de los ancianos
Entre miles de muertos que colgaban de las astas de Poe.
Y en los ríos el agua corría roja verde azul amoratada
Y cientos de perros nadando sin ojos.
Pero en ese sueño divisé luces confusas demasiados
Confusas
Y pensé que era mejor no seguir soñando un sueño que nunca soñé.



ESTABA YO


Estaba yo sentado
en la mesa del frente. Aquella
mesa del frente que colindaba con la ventana
de una mujer robusta
y la mujer que aparte de robusta
mostraba piernas y gustaba de jóvenes
estaba yo sentado ya viejo yo después de tantos años mozos
en la mesa del frente donde pasaba la mujer que fue mi mujer
y que gustaba de jóvenes
no recuerdo
en qué momento dejé su lado
ni cuando quedé al frente de su ventana.
Pero ella seguía mirando jóvenes
y mostraba piernas y yo siempre yo
mirándola desde el frente
buscando raíces de zapatos
sin saber por qué dejé de amarla
por qué ahora sus piernas no podía tocarlas
sin saber por qué me comía las uñas
mirándola desde el frente.




Orinando con HO

Esa noche oriné
Y mi orín quedó
Depositado en la tierra
Esa noche oriné pensando
En olores de su pieza….en los obvios de su Puerto Rico
Hoy en día nadie dice una palabra distinta a OBVIO
Y todos viajan por avenidas…llevan maletas repletas de OBVIOS
Los calzones y calzoncillos están OBVIOS
Y las camisas desprenden olores obvios.
Esa noche oriné largo
Oriné
Mirándole el culo lamiendo mis ojos
Vi las norias del pueblo
Entendí el nacimiento de todo.

Discutí con ella
Dije miserias
los truenos emergieron para dos

Lamiendo sus piernas dije tantas cosas
Pronunciando su nombre
Pero siempre orinando





MANES QUIEREN LLEVARME


Manes suspiran. En las piezas
siempre apagan luces siempre encienden velas. Están
en todos lados. Cuando hablo
hablan conmigo.
Cuando sueño los malditos confunden mis pasos.

Aparecieron como águilas y se instalaron
-un día cualquiera-
en ventanas.
Yo era niño y ya aleteaban mis ojos. Pero ahora reclaman
espacios enojados
y me llaman.




Siempre en bicicleta


Ella me esperaba
y yo pasaba en bicicleta. Me esperaba
en esquinas.

Su voz se repartía en las calles.

Yo la quise cuando aprendí
a respetar.

La escuché una noche
precisamente cuando el frío se introdujo a sus ojos.

Lo cierto es que ella me esperaba siempre me esperaba
Yo pasaba
-en cambio-
en bicicleta.




SOMBRA


Detrás de mí esta sombra paralítica. Cuando camino
no me sigue. Se queda estática
en espacios baldíos; jamás viene cuando la llamo. Solitaria deja
que hable en las noches, no interrumpe
cuando salgo a los mercados.
Detrás de esta sombra paralítica puede que esté
mi cuerpo paralítico. Detrás
de mi voz nunca siento su aliento. Pero se sube
a la mesa cuando planifico, cuando blasfemo
a una hembra inventada,
cuando no sé si soy yo el que piensa o es ella
la que puja.



PIEDRA EN LAS MANOS


Dame con la piedra en las manos.
Los roquedales se adueñarán de este cuerpo.
Y parado en el cerco de infancia
el pelo encanece desgarrado en portales.

En almacenes grises de más allá
dejé pagos inconclusos en estepas
rompí calcetines desgastados.

Las calles que quedan no están tan lejos.
Es cosa de saltar el muro y el lamento.
Pero dame con la piedra en las manos
porque los día pasan y florecen
en las palmas.




CANSADOS


Porque estamos cansados de gritar las calles
vender huevos duros pan amasados.
Porque en las acequias los perros no ladran en los campos
a mil leguas del infierno el paraíso se pudre.
Porque el ícono no responde al llamado
y en praderas todos duermen arropados.
Porque estamos cansados de decir nada
en este mundo donde hay que decirlo todo.
Porque los vómitos en el recipiente se apretujan
y en mis calcetas el frío se entremezcla.

Porque en la orilla del mar
la espuma camina. Corre
hacia adentro se esconde en oleajes.
Porque todos vamos sobre puentes
cantando exabruptos.



TODO CAYÓ



El mar tiene rostro de pasado y lluvia.
De cuatro saltos traspasé la vida y todo fue
como soplo.
Con mis padres envejecí sentado.
Con ellos fabriqué la bruma.
Nada sirve ahora en estas manos.
Los palos de fósforos se apagaron ayer.
Los cigarrillos murieron en el cenicero.




SUEÑO ETERNO


Ella planchaba ropas en la pieza trasera..
Al otro lado del vidrio
hermanos enjutos y lejanos
palpaban el cráneo de sus hijos.
Yo no estuve en ese tiempo.
En la mesa brillaban tenedores y cuchillos.
La casa dejó de ser
cuando los potros arrancaron del establo.
Nadie quedó ahí nadie
dejó recuerdos en murallas.
Ella -en cambio- siguió
planchando ropas
en la pieza trasera.




DE PELO LARGO


De pelo largo fui entrando
a esa vida distinta. Me llevaban
en un auto y era 1980.
Emergía la voz de Rocío Durcal
la Gata Bajo la Lluvia (descanse en paz)
Entré por vez primera a esa universidad donde luego me echaron
a patadas
los fascistas. A la calle
salían gritos de libertad
y las fogatas adueñaban sus noches.

Cinco años estuve en esa biblioteca universitaria devorando
Libros, asfixiado en polvillo.

De pelo largo ya no viví las calles.
Los libros me guiaron




MAÑANA TAMPOCO




Los años corren como potros. No se detienen
jamás en establos. Golpean
con piedras las murallas cambian
la estructura de los pueblos.
Rostros jóvenes se parapetan en las fotos.
Ventanas se rompen por el grito. Puertas
se desploman con un soplo.
De la noche a la mañana mi voz se instaló en maceteros.
No soy el mismo. Mañana será posible
mentir de nuevo.



EL OLVIDO



Esto que tengo en las manos
que parece un periódico
no sé si es de este año
o del siglo pasado.
Veo sus páginas pero no distingo fechas.
Fueron borradas por lectores caníbales
y sus fotos arrugadas semejan perros durmiendo.
Tampoco distingo su nombre, como si el tiempo amonestara
a sus dueños.
Tampoco veo firmas de cronistas y avisos comerciales
fueron tapiados con piedras.
Pero si bien no sé su procedencia siento pasos
de hombres que caminan por sus páginas.
Y parece que fuera yo mismo diseminado en nada
arrugado en un olvido que sólo es sombra.



COMO LIBROS VIEJOS


Como libros viejos arrumbados en sótanos
envejecen combatientes.
Maderos se pudren bajo lluvia y en mercados
frutas cambian de sabores.
Estamos crucificados y miramos hacia el abismo
y como alas gigantes alzamos brazos en abandonos.
Pero todo renace sobre tierra
aunque las casas son tristes
cuando dejamos de habitarlas.




PIDO QUE BAJES



Sólo pido que bajes del caballo y enfrentes la tierra a cuerpo raso.
Más allá de tus ojos está el océano y en el aire encontrarás lo perdido.
Una veintena de voces dicen ser tus hermanos
y en aparejos del camino no sólo encontrarás agua sino tu voz repartida.

Sólo pido que bajes del caballo y mires hacia el frente.
Que entiendas que hay hombres verdaderos que aún quedan en la tierra.
Que te unas a los arrecifes buscando otro aliento.
Porque más allá de tus ojos está el océano
y una veintena de hermanos quiere abrazarte.




SI NO QUIERES



Si no quieres morir es mejor que no nazcas.
O de otro modo es mejor que nazcas trayéndonos
el misterio de la muerte.
Porque todos buscan nacer para inundarse de aventuras
y nadie en este mundo asume el mordisco de la nada.

Si tan sólo los recién nacidos nos trajeran el misterio de semillas,
de plantas que nacen bajo tierra
del soplo huracanado de los riscos.




AL LEVANTARSE


Nadie dijo algo al levantarse porque todos sabían que se irían al alba.
Nadie sintió al perro porque lo habían refugiado en casa del frente
y maletas repletas de ropas se escabulleron entre sombras.

Todos escaparon como felinos dejando sus pelajes sobre suelo
y descorcharon el vino que quedaba en la despensa.
Robaron bulla y se llevaron silencios
pisotearon música y la escondieron bajo tierra.

Nadie dijo algo al levantarse porque sabían que huirían
y dejaron malezas
con sabor
más amargo que olvido.



NOS RELACIONAMOS



Nos relacionamos con todas las mañanas
pero cuando nacen voces escapamos asustados.
Buscamos agua en norias y queremos unos labios que nos besen.
Estamos sedientos de besos y de una voz que nos cobije.
Deseamos subirnos a los árboles para mirar desde arriba.

Cada cinco minutos buses traen miles de pasajeros
y en pisaderas los zapatos se contraen.
En medio del ruido de motores cráneos salen por ventanas.
Y desde una esquina semáforos lanzan colores indescifrables.

Nos relacionamos con mañanas y ruidos
pero cuando asoman voces parece que huyéramos.




DUELE


Duele lo que se habla detrás de puertas
duelen golpes recibidos sin aviso.
El silencio prolongado cuando más te necesito
el abrazo que espero cuando pasas de largo.
Duele la casa abandonada cuando moradores
se han ido sin dejar cartas
y la estrechez de mentes cuando entregas ideas.

Duelen campos arreciados por sequías
y desmayos sorpresivos cuando aparece la muerte.

La calma duele sin solucionar tu pobreza
y la comida que no tienes en esos lunes nublados.
Duele lo que te dije ayer con furia
sin recibir réplicas de inmediato.



SASTRERÍA
(a mi padre Amador Marchant Montenegro)


Detrás de esa casa oscura
está la sastrería. No hay ruidos
no hay voz, sólo olor
a tela remojada. Parece todo invierno
ese sitio.
Los hilos que cuelgan
son estacas silenciosas.
Al fondo muy al fondo
el sastre medita.
Sobre su esqueleto se pierde
una tarde.

Esa sastrería parece plaza despoblada.
Parece un pan escondido.
Para ubicarla hay que rastrear
letreros apagados letreros
que nunca llaman
a alguien.

II

El sastre está escondido. Lo recuerdo
sentado sobre una silla de madera. Allí está
rodeado de telas, planchas de hierro, ternos que cuelgan
como hombres ahorcados.

Está el sastre al centro de la pieza. Lo veo difuso.
Atrás estoy yo
sin haber nacido.


III

Esa sastrería era pequeña. Pero al fondo
el patio albergaba animales.
Todas las gallinas se confundían con los patos, los conejos
abrían cuevas en rincones.
Por años me entretuve
mirando ese espectáculo. Conté huevos,
descifré crías.

La sastrería estaba afuera. Y afuera
en cambio todo era silencio. El sastre se situaba
como estatua de hielo. Su voz emergía
detrás de mesones.
Yo estaba
frente a él siempre en cuclillas, siempre aportando
desconcierto, siempre
hablando
de reojo.


IV

La coraza del sastre fue su frente.
En cambio yo floté como tronco en los ríos.
Dije vida y me acecharon los derrumbes.
Dije vuelo y todas mis alas se averiaron.



V



El oficio del sastre fue quedar
roto en la noche. Quedar muerto
sobre la cabecera de una cama.

Porque aquella sastrería era húmeda como orilla de océano.
De vez en cuando
aparecía yo jugando en esa foto triste
en la maleza de los días.

Por eso soy cabizbajo cuando hablo.
Por eso esta luna gris se desplaza por mis hombros.



miércoles, 27 de octubre de 2010

Joroba por exageradas luces en nuestro suelo patrio



Joroba por exageradas luces en nuestro suelo patrio
Escribe Carlos Amador Marchant

…..“ mercado desregulado (o sea, sin control suficiente), imperante en la práctica en todo el globo, pero en Chile “con un 20% de exageración”, por lo menos, si parafraseamos a Joaquín Edward Bello”. (Armando Uribe Arce, fragmento de presentación libro “Letras Anarquistas”-2005))

Estoy seguro que en la testera de mi país hay quienes buscan pintar con colores atractivos los rincones. Lo dicen los lectores, muchos de ellos ya cansados de ver y escuchar actividades circenses en el entorno.
No hablaré en esta ocasión de minas, de cerros, de mineros, que hoy por hoy ya casi al finalizar el 2010, han sofocado hasta llegar a la paranoia.
Creo, y es lo que el común de la gente piensa (sólo que este ciudadano común nunca es escuchado), que hay que centrar la mirada (por no decir “poner el ojo”) en el cinismo constante que se arremete por las calles de nuestro territorio. No es sólo el tema (importante tema) de los mapuches y su larga historia tergiversada, sino el pecaminoso asunto de los despidos laborales. Se habla por un lado de la disminución de la cesantía, y por el otro, en el más audaz silencio de la noche, en los viernes sorpresivos, se despiden trabajadores que quedan en la más completa indefensión. Tampoco se puede dejar atrás la cantidad de demandas internacionales contra el Estado chileno en temas de Derechos Humanos.
Chile es un país de grandes recursos, con mucho dinero, y sin embargo la pobreza, la discriminación aciaga siguen avanzando como el aceite.
Andrés Sabella, ”el duende”, se atrevió en tiempos complicados para la sapiencia, gritar en sus conferencias con sílabas flamígeras: “La historia miente, hermanos, y seguirá mintiendo”.
Las actividades circenses a la que hice alusión al comienzo de esta crónica, está, por cierto, encargada de poner un manto a los verdaderos problemas de un país que ha sufrido desde su nacimiento. Por ende, la imagen misma, se trastoca.
En la esquina de mi casa de infancia, y permítanme un ejemplo de épocas, siempre he de recordar a un zapatero regordete a quien apodaron “bailarín zambo”, precisamente por su tez afro y esa extraña conformación de las piernas. El remendón, que aparte de reír constantemente tenía el don o el defecto de hablar mucho, se sentaba junto a nosotros (teníamos trece años) y nos decía que “el primer poeta chileno, el primero que nació en tierras nuestras, había escrito versos en el siglo XVI alejados de una realidad. “El bailarín zambo”, sin duda, poseedor de una educación desconocida, era un buen lector de libros de viejos. Se refería, por cierto, al prominente y preclaro Pedro de Oña, autor del “Arauco Domado” como un encargo de García Hurtado de Mendoza, quien no quedó contento con la anterior publicación de Alonso de Ercilla.”La Araucana”. La idea fue dejar a Hurtado de Mendoza como domador, conquistador y pacificador de Chile. La palabra “domado” ya es peyorativa. Además “el medio está infielmente pintado; de Oña no vio la naturaleza chilena, y su flora y fauna son anacrónicas y a veces ni referidas a hoy serían correctas” (Alfonso M. Escudero).
Estamos hablando de trastocar realidades y al mismo tiempo hablamos de circos, que se hacinan, en la actualidad, en los micrófonos y en las pantallas que entran a los hogares.
Por otro lado, y continuando con este mismo tema, me preocupan los que profesan sentirse “salvadores de Chile”, aquellos que quieren estar en todas, que utilizan los medios propagandísticos y al final no hay ningún aval que señale si llegará a puerto seguro en cuanto a una ayuda real para la sociedad nuestra.
Están los que padecen el panorama del terremoto de comienzos de año y que han visto con extrema lentitud un apoyo certero a sus pérdidas. En cambio, para las autoridades hubo otras situaciones más interesantes en donde ganar la gloria. A los de allá, ya les tocará su turno.
Me preocupan los cambios bruscos, casi traumáticos, donde se guía a la gente por el camino de los símbolos, los logotipos. Sabido es que en todas las reparticiones públicas se estableció estampar el Escudo Nacional como el distintivo oficial. No hablo de algo absurdo, hablo de brusquedad, y ésta última acompañada de una serie de interrogantes que tienen que ver con nuestra idiosincrasia. ¿Se avanza en el camino de reencontrarnos y saber quiénes somos, de dónde provenimos?. Porque han sido cientos los debates en torno a los símbolos que nos representan, incorporándose voces relevantes de nuestra intelectualidad, donde, y hay que decirlo, no se ha claudicado en torno a manifestar que los animales expuestos en el escudo no representan al pueblo chileno. Con esto no hablo de fobia contra la fauna territorial, muy por el contrario, se trata más bien de avanzar para poner en forma definitiva cartas sobre la mesa que alumbren y estipulen el tema verdadero de nuestras raíces como pueblo.
Chile es un país de larga historia, pero donde los capitales han estado siempre obstaculizando avances, obstaculizando ideas. Chile es la casa con dueños solapados que han peleado constantemente, que se han hecho zancadillas para establecer decisiones interdictas, mientras los moradores, los que levantaron los cimientos, son mantenidos replegados. Antes y después de la Guerra del Pacífico, pasando por la Guerra Civil del 91, este país junto a los mismos personajes citados anteriormente, han sido capaces de anular, acorralar y hacer llegar al suicidio a varios mandatarios.
Unido a la excesiva mentira, unido a las viejas tácticas propagandísticas: ¿seremos capaces de llegar a ser una nación verdaderamente desarrollada?.
Me preocupa el tema del populismo ansioso, de meter a la misma olla las expresiones “chilenidad” con “nacionalismo”. El hacer una ensalada con el amor a la patria y el patriotismo, mientras se pisotean desde doscientos años las raíces, el árbol genealógico, los derechos del ser humano.
Traen las tres campanas de la Iglesia de la Compañía de Jesús para ser expuestas después del macabro incendio de 1863 donde murieron calcinados más de dos mil feligreses, mientras por más de un siglo se silenciaron los verdaderos motivos del desastre. Ni hablar de lo que querían hacer con las cápsulas de los mineros rescatados.
Sin embargo, igual que el cuento de final feliz, siempre será posible tener esperanzas para cambiar el rumbo de este suelo. Nuestro Premio Nacional de Literatura, Manuel Rojas, dijo al respecto “Todo ser humano, por miserable que sea su condición, tiene una esperanza, pequeña o grande, noble o innoble, inalcanzable o próxima, pero esperanza al fin. Una parte de su ser vive en y de esa esperanza, se alimenta de ella y en ella” (Revista Babel,1948).

domingo, 17 de octubre de 2010

Tres personajes imborrables (2008- compartido con revista Extramuros)







Tres personajes imborrables
escribe Carlos Amador Marchant

Al paso del tiempo algunos personajes han pasado a ser parte de mis días antes de irse de este mundo. En circunstancias distintas cada uno, en su momento, han dejado un recuerdo que he ido madurando hasta hacerlo eterno. Quien más o quien menos, no fueron de grandes vivencias, ni estadas en restaurantes, ni bohemias estrepitosas, pero sí en la forma de haberme despedido sin tener en cuenta una despedida.
En crónica de fechas anteriores, cuando me refiero a la imagen y presencia de Mario Bahamonde en Antofagasta, hice alusión a que logré conocerlo y dialogar en su casa a meses que se nos fuera, en 1979, de este mundo. Era el Antofagasta semi nublado de esos años y donde la voz y el rostro del escritor alumbraban en medio de la penumbra. Bahamonde reía con sus invitados, pero en su interior una luz se apagaba y él lo sabía. Contaba chistes, anécdotas de bohemias con Andrés Sabella, crueles vivencias de la dictadura del sálvese quién pueda. Pero estaba triste, sus ojos lo reflejaban y nosotros nos habíamos percatado. Era el fin.
Al paso de los años, en 1983, en la Plaza Mulato Gil, en un lanzamiento de libro en Santiago, donde estaban entre otros Miguel Arteche, Pedro Olmos, Oreste Plath y muchos invitados, vi aparecer casi terminando la tarde al poeta Jorge Teillier. Su caminar era lento y se desplazó hasta el segundo piso donde se realizaba la ceremonia. Lo vi acercarse a la multitud y cómo una cantidad de bellas féminas lo abrazaban y le pedían autógrafos. Al día siguiente, alrededor de las 8 de la noche, fui a la sede de la Sociedad de Escritores de Chile, en Almirante Simpson, lugar que por esos años se llenaba de escritores y poetas de todas las edades. Tenía deseos de contactarme con algunos creadores de la capital e intercambiar experiencias de las actividades que se ejecutaban en la Primera Región. Mi sorpresa fue grande cuando veo a la entrada de la casona al mismo Teillier, pensativo, sin ganas parece de ingresar al salón, o bien esperando a alguien. Me acerqué y le entregué mi mano para saludarlo. La inexperiencia por esos años hizo sacar una voz casi temblorosa y le manifesté alegría por tener a mi lado a tan ilustre personaje. Le expresé que venía del norte y que por esos lados su nombre era muy apreciado. Me miró con ojos fijos, grandes, rojizos, desafiantes, amenazadores. Luego desde su boca saltó una voz irritada que me hizo retroceder: ¡No soy ningún personaje ilustre!”, disparó.
Cuando le entregué dos libros de mi autoría esbozó una sonrisa y agradeció el gesto. Luego guardó los textos en uno de los bolsillos de su paletó y me despedí para dejarlo tranquilo. Fui a recorrer unas salas y al volver ya no se encontraba en el sitio. Había desaparecido. Veinticuatro horas después volví a la casona de la Sech a terminar unos contactos y mi sorpresa fue mayor. A la misma hora y en el mismo lugar se encontraba Jorge ahora con un aspecto distinto. Sus cabellos se veían hirsutos, el paletó estaba arrugado y también los pantalones. Bamboleaba. Pasé cerca suyo y no me reconoció. Su mirada estaba perdida. Desde una distancia de cuatro metros lo observé de pie a cabeza. Mi sorpresa fue cuatro veces mayor. Con ese aspecto terrible que tenía, que daba a entender cualquier cosa, algo me sorprendió y quedó grabado para el resto de mi vida: “en el bolsillo de su paletó arrugado aún estaban los dos libros que le había obsequiado, tal vez sin ser leídos, pero estaban allí, intactos”.
Esto mismo me hace recordar un anecdotario escrito por Javier Campos y aparecido en 1996 en una web, donde se refiere a un encuentro en Temuco entre Jorge Tellier y otros camaradas. Había sido después de una lectura poética. Luego se refugiaron en una casa donde corrieron las empanadas y vino tinto. Entre esos contertulios se hallaba el poeta Oliver Welden, quien debía retornar a Santiago de urgencia. Alrededor de las ocho de la noche, cuando todos estaban contentos, fueron en grupo a dejarlo a la estación. Welden le había regalado a Teillier dos libros de su autoría: “Perro del Amor” (difícil de ubicar por estos días). Le había dicho: “Uno para ti Jorge y el otro para la biblioteca de Lautaro” (Welden era una persona que siempre gustó publicar libros de ínfimo tiraje, incluso una vez en el norte me expresó que un día publicaría una obra de 15 ejemplares, para que nadie las encuentre, me dijo, sólo algunos).
Cuando Oliver Welden se fue en un tren a la capital, el resto marchó presuroso a una de las casas donde suelen ir sólo los hombres. Cuenta Campos que al entrar a ella, las mujeres al ver al “poeta Teillier” se abalanzaron sobre él para saludarlo como si se tratara de un hermano o un tío. Estuvieron ahí alrededor de una hora bebiendo chicha de manzana, y cuando estaban por irse, en un gesto que quedó grabado en la mente de Campos, Teillier, mirando dulcemente a una muchacha hermosa y de rasgos asiáticos a quien apodaban “la vietnamita”, le obsequió un libro de Welden, el mismo que originalmente estaría destinado a la biblioteca pública de Lautaro. Al respecto, el mismo Campos expresa: “ Es por eso que ahora la biblioteca del pueblo quizás no cuente, entre sus libros, con la primera edición de ese hermoso poemario llamado “Perro del Amor”, porque debe ser parte de la biblioteca privada de la “vietnamita” “…Yo acoto: “Lo más probable es que mis libros, los que estaban en el bolsillo de su paletó, hayan terminado en el tacho de la basura”.
Otro caso que me quedó grabado es el del poeta popular Roberto Parra, hermano de Violeta y de Nicanor.
Tras hacer las primeras entrevistas de la mañana, volvía al matutino de Arica donde trabajaba a buscar unos documentos y luego me trasladaría al incipiente Departamento de Cultura Municipal de entonces. Al doblar la calle San marcos, a tres cuadras del Diario, un señor de edad, de caminar lento, imagen pura del pueblo, me detiene y consulta si sabía dónde se ubicaba el departamento de cultura municipal. Lo miré sorprendido y le contesté que curiosamente yo me dirigía al mismo sitio a entrevistar a Roberto Parra, que la información debía salir en primera plana encabezando la página de espectáculos, que me habían dado el dato que estaría en ese lugar a las 11 de la mañana y que aprovecharía de entrevistarlo en ese mismo momento si es que lo encontraba.
Por esos días ya circulaba en prensa la obra en décimas “La Negra Ester”, mujer que Parra conoce en la boite Luces del Puerto en San Antonio y con quien inicia un romance que inmortalizó y que inicialmente puso en escena con la Compañía Gran Circo-Teatro, dirigida por Andrés Pérez.
Era importante para mí entrevistar a Parra, quien tenía un historial artístico y “choro”, trabajador en tiempos de dictadura en distintos oficios como músico ambulante en la Vega Central en Santiago, en circos, cabarets y boliches sureños. Autor de varios libros en donde incorpora la cueca urbana o chora, irrumpía súbito para el grueso de la población que por esos años sólo manejaba poderosamente los nombres de sus hermanos Violeta Parra y Nicanor.
Pues bien, en la calle Sotomayor, me mira sorprendido al escuchar el nombre “Roberto Parra”. Me observa, me acerca su mano, me da un palmazo, y me dice: “Soy Roberto Parra, para servirle”. Como no lo conocía personalmente, mi sorpresa fue enorme. Lo abracé y juntos marchamos hacia el sitio común. Allá le haría la entrevista en medio de algunos reconocimientos que le entregaba la municipalidad nortina, y en medio, por cierto, de una sorpresa que para mí quedó eterna.
Un año más tarde su salud se complica y se le detecta un cáncer a la próstata. En abril de 1995, Roberto Parra muere a los 74 años rodeado de sus familiares y de todo el pueblo chileno.
Los tres personajes, por cierto, me dejaron un recuerdo imborrable. Por supuesto más que otros que logré conocer, por la forma de dialogar con ellos y porque luego ya no estarían más con nosotros.

lunes, 11 de octubre de 2010

Entrevista a Eduardo Dalter (junio de 2008, compartida con Revista Extramuros)




Los caminos del poeta argentino Eduardo Dalter
Entrevista de Carlos Amador Marchant


Eduardo Dalter es un poeta e investigador cultural. Nació en Buenos Aires en 1947y sus poemas y artículos aparecen en importantes revistas de nuestro continente. Dalter es autor de más de una decena de libros y su vida ha estado, al mismo tiempo, ligada a viajes por distintos países de América. Entre sus obras podemos destacar: En la Medida de tus Fuerzas (1982); Silbos (1986); Hojas de Sábila (1992); Mareas ( 1997); N. Y. Postales para Enviar a los Amigos (1999); Bocas Baldía (2001), entre otros más. Con Dalter hicimos contactos epistolares en la década del 80, en los momentos en que nuestros países vivían crueles etapas de dictaduras militares. Han pasado cerca de treinta años y hoy nos reencontramos para dialogar sobre la palabra y los caminos.


Eduardo... los recuerdos nos unen al paso del tiempo, los caminos… Hay que decir al mismo tiempo que tú poesía ha estado inmersa y salió a la luz en medio de los conflictos y cambios sociales en tu país y el continente… ¿Qué opinión te merece la América actual, el mundo actual?


Querido amigo, tu pregunta da como para escribir un libro, o dos, o para quedarse a hablar durante toda una jornada. Trataré de ser sintético, aunque mucho no me inspire esa palabra, e ir al fondo. Estamos, se dice, en una etapa de globalización; o sea, de globalizadores y de globalizados, del modo más brutal, y de quienes pretenden seguir viviendo, respirando, sin imposiciones, humanamente, con sus modos y sus tiempos. Asimismo, venimos, en la mayoría de los países del continente, de dictaduras en algunos casos genocidas, y de proyectos neoliberales que han implicando verdaderas invasiones y arrasamientos. Sin embargo, aun heridos, los pueblos de este continente, siento, están de pie, intentando siempre, por la vida siempre; y eso, percibo, en medio de los desastres y de las nuevas y viejas lastimaduras, es maravilloso. De cualquier modo, nos espera un siglo de fuertes desafíos, y podremos sobrellevarlo y reafirmarnos si tenemos presente nuestra hermandad, nuestra universalidad raigal, política, cultural. En primer lugar, contra el hambre, que sigue creciendo, como si nuestras naciones fueran pobres, y no lo son. Hambre que es proporcional a las ganancias y a las riquezas acumuladas por los centros de poder y a su inversión descomunal en tecnologías de la guerra, algunas desplegadas, lo hemos visto, y para lo mismo, en Irak, en Afganistán, o paseándose listas por todos los océanos…


Tenías 24 años cuando editas tu primer libro “Aviso de empleo”, título sugerente para estos tiempos… ¿Qué sensación te trae el que te recuerden estas primeras creaciones y en qué etapa de tu vida te encontrabas?

A los 24 años uno está descubriendo el mundo, trabajando, pensando, estudiando, sorprendiéndose, o en plena formación. Todo es colores vívidos; hasta la soledad y las tristezas fluyen vibrantes. Un librito de soledades, preguntas, tensiones y estremecimientos, que es mi bautismo en el decir, y que está allá lejos, en el otro extremo del carretel, del mismo carretel, y con todos sus tramos a la vista, que muestran, y me muestran, desde dónde es que vine y adónde es que me encuentro. Además, y por eso del comenzar, con sus limitaciones, claro, esas páginas demarcaron los planos, algunos deseos, y no es poco. Y siempre será grato, y muy sentido, ese recuerdo.

Sé que a los treinta años te estableces en Güiria en la costa venezolana..¿A qué obedeció este viaje al Caribe?... ¿Comienza acá tu exilio de dictaduras argentinas?

Pude llegar a esas costas, en aquellos años oscuros. Tenía entonces 30 años, que los cumplí entre el terror y el comienzo del desguace económico y social de mi país. Las playas del Caribe, en Güiria, La Salina, Macuro, me permitieron detenerme un momento bajo el sol, mientras la tremenda historia de mi país continuaba, como entrando o cayendo en un pozo, que aún hoy, con estupor, seguimos descubriendo. Pero también en Venezuela fui descubriendo otro mundo; su historia, su cultura, sus letras; también la historia, los hitos, las letras y las poéticas de esas regiones. No fue poco lo que me brindaron esas tierras de paisajes humanos increíbles. Gané nuevos ojos y la posibilidad de otras miradas. Celebro así haber llegado a la lectura de los discursos de Bolívar; a los escritos de Martí; al pensamiento de Frantz Fanon, y a poéticas tan intensas y diversas como la de Fayad Jamís o la del martiniqueño Aimé Césaire. Una riqueza, que es nuestra, y que me acompaña, siento, entre las vísceras. En el exilio se deja, se pierde mucho, pero también terminan arraigando en nuestra vida otro horizonte, otra posibilidad, que valen inclusive para el día de hoy, hasta para intentar desentrañarlo en sus claves.


Como escritor y como poeta has publicado alrededor de una veintena de libros, y como investigador cultural hasta los últimos años has dictado charlas en importantes estamentos estudiantiles…¿cuál ha sido el tema más trascendente y de preocupación que has abordado en cuanto a las letras argentinas y latinoamericanas?


La producción cultural y artística latinoamericana, la poesía, en sus instancias más intensas, son siempre trascendentes, ya desde aquellos poemas bautismales de Nezahualcoyotl y de Tlaltecatzin, en lengua náhuatl, décadas antes de la llegada del conquistador. Quizá por su cercanía, las clases y los diálogos en torno de la poesía escrita en tiempos de dictaduras militares tienen una tensión, también una participación, elocuentes y mayores, que recuerdo especialmente. De cualquier manera, además de Vallejo, Neruda, Huidobro, que así pasen los años los jóvenes vuelven a descubrir con entusiasmo, existen poetas, páginas, no tan conocidos universalmente, en uno y otro país, que obran en profundidad como verdaderos signos o llaves. Además, como alguna vez se dijo, en poesía no existen países subdesarrollados. Valen, entre otros, los ejemplos de la poesía de Haití, desde el inspirado Jacques Roumain, y de las poéticas de las colonias francesas, Martinica y Guadalupe, en el Caribe.

Háblanos de tu generación en tu país… ¿cuáles han sido los poetas más importantes y de vigencia que acompañan tus caminos generacionales?


Yo comencé a publicar mis poemas a inicios de la década del ’70 en el periódico Alberdi, un semanario del noroeste de la provincia de Buenos Aires, que fue fundado en los años ’20 por sectores populares del ámbito rural, y que tenía distribución en todo el país. A este legendario periódico, que siempre contó con una página de poesía argentina y latinoamericana, lo cerró la dictadura militar, que además encarceló a su director y a sus hijos. Entre sus colaboradores se contaron importantes poetas nacionales, desde Raúl González Tuñón hasta Julio Huasi, y algunos poetas desaparecidos, como Roberto Santoro y Dardo Dorronzoro. Por cierto, nuestro hermano chileno Mahfud Massís fue colaborador del periódico. A partir de esos años de terror y exilio, la nuestra fue una joven generación desperdigada, con las más distintas suertes y los más variados rumbos, aunque en algún lugar quede la memoria de aquel o aquellos árboles como punto de partida.

La poesía, desde el punto de vista de los avances tecnológicos en la sociedad mundial… ¿sigue siendo una herramienta importante en el devenir del hombre?

La poesía, los amaneceres, los amores, van a seguir alumbrando, encendiendo, mientras el hombre siga. Y de eso se trata. Del hombre y de su aire, de sus soles. Más que una herramienta, yo siento a la poesía como una muestra raigal y un sudor que surge desde lo más profundo. Y que revela, ilumina, como un amanecer, como un amor, o como un camino recién descubierto, o apenas comenzado a andar.

Cabe recordar algo en cuanto a los caminos. La revista Extramuros en la década del 80, cuando salía en formato papel, incluyó poemas tuyos de “Versus”. Eran los tiempos en que no estaba el Internet, en consecuencia, al igual que con otros escritores, se perdieron contactos por más de veinticinco años..¿Cómo ves el arte en estos tiempos nuevos, la diversidad ha ayudado al crecimiento de las artes o la ha mercantilizado y achatado?



La humanidad está en los bordes, o muy cerca, en medio de acechanzas y de carencias, también de grandes potencialidades. No olvidemos, así como si respiráramos en el oscuro medioevo, o sin tecnología alguna, que más de una cuarta parte de la población mundial no tiene derecho siquiera a una alimentación deficiente ni a una atención sanitaria elemental. Y en un mundo así, con notables o hirientes desniveles de posibilidades, aún se habla de un arte, en muchos casos a partir de las políticas culturales de los países llamados centrales, donde tiende a obviarse cualquier atisbo de realidad, de humanidad, con la intención, pareciera, de situar y proyectar un escenario. Por cierto, en los proyectos políticos y económicos de globalización, digamos, no ha quedado en el olvido el plano cultural, y de la creación, en ningún aspecto. En nuestro continente, y no obstante las presiones y los intentos varios, será por nuestras raíces, por nuestras historias, siempre el arte, la poesía, nos dan o nos regalan un golpe de humanidad, un golpe de realidad y de querencia, vitales y saludables, que marcan un aire, un rumbo.

Finalmente, junto con abrazarte por este reencuentro, háblanos de tus proyectos más recientes y los que vienen para un futuro cercano.

Más que proyectos, siento que se trata de caminos del vivir para el vivir, donde siempre aflora algún horizonte, algún nuevo poema, o algún nuevo o viejo querido poeta para dialogar y seguir soñando y viviendo. Como sabes, mi más reciente poemario está dedicado a mi compañera Nidia, y lleva su nombre, y ahí laten y respiran algunos momentos y espacios de nuestra experiencia. Por otra parte, en mi país, donde no poco de la vida de los próximos años se está debatiendo, siempre es necesario el aire abierto, como el pan, que hoy por hoy tanto hace falta. Y ahí vamos.

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Sobre ballenas y un libro Estimado amigo Carlos Amador Marchant: agradezco emocionado la mención que haces de mi novela en tu bella y emocionante crónica. Un fuerte abrazo desde España. Luis Sepúlveda(escritor) 24 de julio de 2010 15:03 ........................................................ Sobre ballenas y un libro Estimado Carlos: Gracias una vez más, por cierto, tu blog es uno de los pocos que merecen llamarse literarios. Es sencillamente muy bueno y tus crónicas son estupendas. ¿Las tienes reunidas en un libro de crónicas? Es un género que se pierde con el tiempo. Un fuerte abrazo desde Gijón, Asturias Luis Sepúlveda (escritor) 26-07-2010 ........................................................ Crónica "Dame de beber con tus zapatos". Luis Sepúlveda (escritor) dijo... Querido amigo, como siempre disfruto y me maravillo con tus crónicas. ¿Para cuando un libro? un abrazo Lucho (Gijón-España) 10 de julio de 2011 15:25 .................................................... Sobre Ballenas y un libro Fuertes imágenes de una historia y una matanza, y de un lugar, que sobrecogen. Con pocos elementos, pero muy contundentes, logras transmitir una sensación de horror y asco que no se olvidan. He estado en Quintay varias veces, y sé lo que se siente al recorrer las ruinas de la factoría; mientras uno se imagina los cientos de ballenas muertas infladas, flotando en la ensenada, en espera del momento de su descuartizamiento, antes de ser hervidas en calderos gigantescos e infernales, para extraer el aceite y el ámbar, tan apetecidos por la industria cosmética en el siglo XX , así como lo fue (el aceite) para el alumbrado callejero en el siglo XIX... Crónica muy bien lograda. Un abrazo. Camilo Taufic Santiago de Chile. 27-07-2010 ........................................................ Sobre "Los caballos y otros animales junto al hombre" Tus asnos, caballos, burros y vacas son otra cosa, por cierto, tan cercanos al hombre, tan del hombre. Te adjunto una vieja fotografía de dos palominos que tomé en las montañas de Apalachia, en Carolina del Norte, allá por el año 1983. Encuentro interesante y muy amena la manera en que hilvanas tus textos, siempre uniendo al tema alguna faceta literaria o cultural (en este caso, Delia del Carril, Virginia Vidal, Nemesio Antúnez, Santos Chavez). Hace tiempo te dije que no desistieras de tus crónicas, que van a quedar, y mis palabras fueron corroboradas recientemente por Lucho Sepúlveda cuando él te escribió a propósito de tu artículo Sobre ballenas y un libro: "Estimado Carlos: (...) Tu blog es uno de los pocos que merecen llamarse literarios. Es sencillamente muy bueno y tus crónicas son estupendas. ¿Las tienes reunida en un libro de crónicas? Es un género que se pierde con el tiempo. Un fuerte abrazo desde Gijón, Asturias. Lucho". Y eso digo yo también, que tus crónicas son estupendas. Te escribe desde Benalmádena, Málaga. Oliver Welden (poeta) 21 de agosto de 2010 ...................................................... Sobre "El corcoveo de los apellidos..." ¡Notable, muy bueno! Escribir sobre la configuración de su nombre, con esa transparencia en el decir es algo que se agradece, precisamente en un pequeño universo donde lo que más pareciera importar es "el nombre". Además, esas referencias a los escritores nortinos siempre son bienvenidas, pareciera que no siempre ellas abundan en la crónica y crítica nacional. Ernesto Guajardo (Valparaíso-15 noviembre-2010)

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